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AIRES ABIERTOS

Perdido en tu axila

Perdido en tu axila

      Me gusta extraviarme en tu axila y sentir cómo ella me habla de ti. Me deleito en mirarla, cuando descaradamente levantas tu brazo, siempre nueva y diferente, según la luz que la modela. Disfruto descubriendo esa desnudez intrínseca y descarada que, habitualmente pudorosa, con el brazo pegado al cuerpo, permanece oculta a la mirada ajena. Siempre que poso en ella mis labios, ya esté salpicada de pelos oscuros o con la suavidad de seda, éstos placenteramente se electrizan y se abren para que la punta de mi lengua la agite y la recorra paladeando cada pliegue y recoveco, divagando mis papilas en la levedad de sus puntos suspensivos. Me gusta salivarla, mientras mi nariz degusta el olor atractivamente ambarino que desprendes y degusto el sabor exquisito de tu sudor que me alborota.

            El contacto de cualquier parte de mi piel con ella me excita y me va endureciendo, especialmente cuando abres tu brazo como las fauces de un tiburón para que introduzca mi sexo en él y con movimientos rítmicamente hábiles me conduces al colmo de mis placeres. Si una axila tuya me enloquece de tal manera, no te digo cuando pienso o me extravío por las dos.

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