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AIRES ABIERTOS

Despierto de amanecida

Despierto de amanecida

         Me lo temía. Esto de que no me cueste trabajo madrugar tiene su contrapartida durante el fin de semana, en que en un día como hoy me despierto antes de las siete y no tengo forma de volver a dormirme.

         ¿Qué puedo hacer durante dos horas en la cama? De buena gana me levantaría, pero el frío que hace en el exterior de las mantas  no me invita a ello. Así que decido, moviéndome lo menos posible, el dedicarme a pensar en ti, a sentirte a ti, a traerte a mí. La oscuridad llena la habitación y ahora, que mis ojos empiezan a acostumbrarse a la penumbra, percibo recortados en un gris monocolor los distintos muebles de la habitación. Veo la hora del reloj iluminado, las 07:15 y vuelo por esa rendijita que deja la persiana hasta donde tú estás. Supongo que tú sí que estarás dormida y anhelaría amoldar mi cuerpo en el hueco del tuyo y quedarme así, quieto, sintiendo el aire pausado de tu respiración. Dejo que mis manos se pierdan despacio por mi piel, como si fueran las tuyas de “turista” que recorren admirativa, como tú sola sabes hacerlo, cada una de mis matas de vello o cada uno de los centímetros de mi piel anhelante de caricias.

         Cierro los ojos e intento dormir…no puedo, me aparece ¿en sueños? ¿en la realidad? una aguja gigante, que enhebrada sencillamente con el hilo de nuestro mutuo cariño remienda esa distancia que nunca debió existir entre nosotros y que las circunstancias se empeñan en mantener. Al otro lado de la ventana un leve rumor me indica que las gotas de lluvia fluyen por las calles solitarias.  Giro la cabeza hasta el reloj que marca las 7:58. ¡Qué largo se hace el tiempo cuando deseas algo con ganas! Todo lo contrario que cuando lo estás disfrutando. Me gustaría saber que ahora has despertado, aunque fuera un instante, y estás deseándome, que en este instante en que la naturaleza, aparentemente duerme, tu pasión está tan viva como la mía. Y me lo quiero creer, tanto que hasta tu aroma lejano y bien aprendido, me invade en sus efluvios y mis manos dejan de ser prudentes, para acelerarse en mi rincón más íntimo. Supuestamente no me muevo, pero mi fuerza interior termina por aflorar con intensidad al exterior…y tras ese sosiego me duermo…¿unos minutos?¿unas horas? Dudo todavía si ya habré despertado.

3 comentarios

Pi -

yo no quisiera despertar :)

Maru -

qué lindo escrito, me encantó. Felicidades.

SANDRA -

El insomnio es nuestro mejor compañero a la hora de soñar despiertos, pero también el peor a la hora de querer volver a la realidad y darnos cuenta que todo sigue igual.

Bezozzzzzzzzzz!!