Pintando al óleo
Tú te empeñaste en que te pintara al óleo. Parecía como si quisieras contradecirme cuando yo te decía que semejabas una imagen en blanco y negro con el contraste de tu melena negra sobre tu piel blanca y esos lunares ambarinos que salpìcaban primorosamente tu epidermis. No querías que te pintara en blanco y negro querías verte brotar en colores desde mis dedos.
Acudí a tu casa con el lienzo y las pinturas y mientras preparaba la paleta te tendiste en el sofá a modo de la maja vestida. Pero sólo fue un instante porque segundos después con tu ropa arrojada a mis pies ya semejabas a la otra maja. La paleta quedó estática en mi mano izquierda mientras yo contemplaba alborozado tu figura de músculos torneados que tumbada sobre el sofá empezaba a agitarse. Tus dedos finamente afilados se abrían paso a través de una mata espesa y recortada de pelo negro y horadaban mimosamente aquella hendidura, cuyo olor a sexo emanado al aire, llegaba a mi nariz confundido con el de mis pinturas. Tú seguías acariciándote con la misma tranquilidad que si estuvieras sola, pero sin dejar de mirarme con unos ojos mitad deseosos, mitad desafiantes. El movimiento oscilante de tus pechos atraía mi mirada y no digamos de esa sinuosa línea que parece separar tu escultural barriga en dos partes y que se cimbreaba con el ritmo que lo hace el oleaje en un día de marea agitada. Tu ombligo estirado pero nada presumido, semejaba un párpado que me guiñaba en cada una de tus oscilaciones. Y esa respiración inicialmente silenciosa, fue trocándose en crecientes gemidos que parecían rasgar tu garganta y arañaban mis oídos de puro placer.
No pude aguantar más la excitación que me atenazaba y cogiendo el pincel entre mis manos, cuidando de mantenerlo en la posición adecuada, realicé el cuadro más maravilloso que nunca había hecho, eso me dijiste. Lo más curioso es que cuando marché de tu casa el lienzo seguía tan blanco como lo había llevado y ahora era en ti, en aquel cuerpo blanco tachonado de lunares, a modo de perlas negras, donde mi pincel te había teñido con la más dulce y maravillosa de las blancuras.
5 comentarios
mago -
tejedora -
Un abrazo.
TERESA -
Lydia -
belita -
Besos