Cuando tres no son multitud (1)
Aquella mañana me sorprendió tu llamada a mi trabajo. Te notaba contenta y a la vez nerviosa. Noté que estabas excitada en cuanto empezaste a soltar frases morbosas y a decirme que estabas ardiendo. Iba yo a hablar cuando me interrumpiste. ¿Te puedo proponer una cosa?, me dijiste. Adelante, contesté. ¿Te gustaría quedar esta tarde en casa con mi marido y conmigo? Era algo con lo que habíamos fantaseado muchas veces, pero nunca imaginé que me lo propusieras. A pesar de mi sorpresa sólo salió de mi boca una palabra antes de colgar: ¡vale!
Sabía el barrio donde vivías pero era la primera vez que me acercaba por allí. Llamé y tú me abriste, sorprendiéndome con un sonoro beso en la boca. Me retuve un poco al ver detrás a tu marido, pero él me hizo el gesto de que siguiera sin problemas y me dejé arrastrar hasta donde quisieron llevarme tus labios. Tu marido me estrechó la mano, era la primera vez que lo veía pero me gustó su mirada franca, era una mano fuerte y acogedora. Sacaste unas copas brindamos, nos reímos con tus chistes, mientras todos íbamos sintiendo como la pasión iba creciendo en el ambiente. Entonces fue cuando os sentasteis uno a cada lado, se ve que lo habíais hablado y empezaron las caricias a ambos lados de mi cara. Mi cohibimiento inicial desapareció al mismo instante que aquellos toqueteos empezaron a dar su fruto. Yo cerré los ojos y me dejé hacer. Sentía vuestras manos ágiles que unas veces desabotonaban y otras aprovechaban la piel que quedaba al descubierto para palparla y acariciarla. A los pocos minutos mi cuerpo desnudo era vuestro objetivo, mientras yo sentía mi que mi pene se iba endureciendo, especialmente cuando sentí en él vuestras manos asidas y disputándolo. Tú te quedaste con tan preciado trofeo, momento que tu marido aprovechó para desnudarse lentamente, me excitaba ver como se despojaba de su ropa y no le perdía ojo. No es muy alto pero su pecho fuerte y velludo le dota, sin duda, de un gran atractivo. Cuando, despacio, se quitó unos minúsculos eslips que portaba un gran pene de color marrón sabrosón pareció saludarnos elevado al aire. Tu marido se sentó a mi lado y me echó el brazo por encima, mientras nuestros penes, relativamente cercas parecían saludarse con sus cabezas húmedas. Y mientras iniciaba una sensual danza, al son de una música muda, te fuiste despojando de tu vestido, dejando al descubierto el brillo de tu piel y tus pechos que se cimbreaban al unísono. Sentí como tu marido agarraba mi pene con su fuerte mano por lo que aproveché para hacer lo propio. Era la primera vez que tenía un pene ajeno en mis manos, me gustó sentir su tacto, sus palpitaciones y disfruté moviendo mi mano en rápidos vaivenes. Mientras tu marido me acariciaba te pusiste en cuclillas y tus labios retozones se pusieron a juguetear con mis testículos, que yo veía como desaparecían una y otra vez en el interior de tu boca. Tu marido no pudo aguantar esa posición y colocándose en la posición adecuada con aquel pene erecto, que aún conservaba el calor de mi mano, te entró por tu agujero trasero.
(continuará...)
4 comentarios
MaRioSe -
Ya decía yo que me sonaban de algo.
Feliz finde
sol -
volvere..inquietante..
Sherezade -
¡Ummmm!
sahrazad -
Imagen ideal.
Fantasia deliciosa, que ya no olvidaré.
Rica, muy rica y me hiciste imaginarla, como si la hubiera vivido...
Besos de cereza.