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AIRES ABIERTOS

Conociéndote

Conociéndote           Dicen que la memoria es una de las cosas más necesarias para acariciarnos por dentro cuando sabemos orientar los recuerdos. Entre los recuerdos que guardo de una manera muy especial fue el del día en que nos conocimos. No fue una cita pero tras varios meses de charla y afecto, al fin, sin ni siquiera quedar nos encontramos en un lugar de mucho calor y sumidos en el mismo viento. Rodeados de mucha gente y sin esa intimidad que nos hubiera apetecido en un primer encuentro. Tampoco es muy normal en esta primera vez que nos veíamos el encontrarse uno frente al otro y casi desnudos, con esa piel tuya reflejada por el sol, lanzando destellos que mis ojos se ocupaban de aprehender. Cuando te pusiste de pie y brindaste tu melena al viento todo tu cuerpo se expuso ante mí, me puse a mirarlo con ese descaro que sólo es posible tener, sin que se molesten, en el metro frente al que se sienta enfrente tuya, mientras levantaba la vista de libro que como mera justificación sostenía entre mis manos. También supe que cuando me levanté ante tus ojos era como si me estuviera exhibiendo y bien te encargarías tú, ya me habías avisado, de descubrir sobre mi piel escrita esas palabras que no se dicen en el ordenador. Nuestras sonrisas fueron disparadas a ráfagas y algunas se entrecruzaron por el aire e hicieron diana.

   Fue cuanto te introduciste hacia ese punto de encuentro no marcado, dejando el libro te seguí, mientras mi mirada jugaba con las oscilaciones de tu cuerpo. Era la primera vez que estábamos tan cerca como para que pudiera sentir tu respiración tanto por el sonido como por la visión hermosa de tus pechos que se hinchaban seductoramente al llenarse de aire. El viento me trajo por primera vez el sonido de tu voz, muy distinta a como imaginaba. Pero ¿es que se puede imaginar una voz? Pude ver, entonces, las pecas que adornaban pícaramente tu cara y por un instante, y como buscando una excusa, me hubiera gustado acercarme lo suficiente como para borrarlas una a una con mis labios y que tus brazos se asieran a mi alrededor como los tentáculos de un pulpo. Y en ese momento me sentí flotar.... Me di cuenta, entonces, que estaba terriblemente húmedo, no sólo por abajo sino de pies a cabeza. El sol, entonces, ajeno a todo aquello comenzó a declinar y desapareció ya con sus colores lindamente desvaídos tras el horizonte. Fue cuando abandonaste aquel rincón del mar, y saliste hacia la arena como una sirena, con tus rizos destruidos por el agua acariciando con suavidad tus hombros. Secaste todo tu cuerpo con estudiada parsimonia, deseé ser  tu toalla, y echando una última mirada al mar, en donde yo seguía, recogiendo tus cosas de la arena y poniéndote un escueto vestido te fuiste de la playa. Yo, entonces, en el agua todavía, dejé de flotar y me hundí hasta sentir el fondo bajo mis pies.

 

3 comentarios

cubanito -

\\\"Dicen que la memoria es una de las cosas más necesarias para acariciarnos por dentro cuando sabemos orientar los recuerdos.\\\"

Deveras que si. La memoria hace parte de la magia de la vida, porque recordar tambien es vivir...

Gracias por tu presencia en mi humilde blog,
saludos

Lycaena -

A veces de lo más hondo, como si lava de un volca´n se tratara, surgen palabras que enganchan a la piel cualquier mínimo recuerdo.
Hermoso y sensual texto, por un momento me pareció estar en la playa viendo a los personajes del relato.

Enigmática -

tengo que decirte que es un escrito suave, erótico y sensual, hermoso. Un canto con notas delicadas, un sueño en el mar, un momento... hice un momento de silencio y te imaginé tan húmedo como el mar...