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AIRES ABIERTOS

Sol-edad

Sol-edad

      ¡Qué bien le venía aquel nombre que un día le puso su madre! Hacía varios años que los recuerdos se  habían ocultado tras el tiempo y su piel, no hace mucho, tersa empezaba, cada vez más,  a rasgarse por arrugas. Aquella larga etapa, según el calendario, la percibía ella trasncurrida en un suspiro, aunque ese devenir del almanaque  nunca  había mermado un ápice la pasión que encerraba en los límites curvilíneos de su cuerpo. Había tenido mala suerte o quizás ella nunca había sido capaz de encandilar a un hombre. Las dos experiencias que había tenido, o mejor dicho sufrido, le había dejado con un armargor interno que, desde la última vez, le hacía huir de todo el que tuviera un apéndice pendiendo entre sus piernas.

 

            En aquella primera fase solitaria, empezó a sentir su interior desgarrado por una pasión que no encontraba salida. Hasta que un día, en que se bañaba y espumaba con cuidado su pubis empezó a arañar su piel con la fina hoja de la cuchilla, en un momento determinado, tal vez por el calor del agua empezó  a sentir como si todos los poros de su piel estuvieran abiertos y su sensibilidad creciera varios enteros. Tras el paso de la cuchilla inspeccionó la suavidad de su pubis con la yema de sus dedos y como si estuviera electrizado éste le transmitió una gozosa sacudida. Los acercó de nuevo, con cuidado, y como si una mano invisible condujera su otra mano se puso a acariciarse muy lentamente su pecho, primero alrededor, como si estuviera dibujando su contorno, y acompasando sus sensaciones con los otros dedos que empezaban a horadar aquella abertura placentera. Su pecho empezó a temblar internamente, sobre todo cuando su mano de artista siguió dibujando una línea en espiral que la condujo a su cúspide más alta. Una cima parda, sobresaliente  y dura, que destacaba como si pretendiera lanzarse hacia delante. En aquel instante se olvidó de todo, de sus penas y su pasado y sus dos manos la introdujeron en un presente que si no fuera porque estaba en el agua le hubiera hecho sudar de felicidad. Se sentía a gusto, envuelta en unas caricias que, por primera vez en su vida, eran las que le gustaban sin depender de la mano inexperta de un hombre. No supo cuanto tiempo estuvo así, sólo que en un determinado momento, cual si de un ataque epiléptico se tratara todo su cuerpo se vio violentamente sacudido, mientras la respiración se le entrecortaba y disfrutaba como nunca lo había hecho. Hasta tres veces se repitió esa sensación cada vez más violenta.

 

            Finalmente sus manos se soltaron a lo largo de su cuerpo y se hundieron en el agua y arrastrando, con ellas,su cuerpo hasta el fondo de la bañera, y por unos minutos su cabeza desapareció bajo la espuma que cubría la superficie del agua y creyó sentir esa sensación placentera y olvidada de cuando estaba en el seno materno.

7 comentarios

ideas -

"Qué bien le venía aquel nombre que un día le puso su madre!"... siempre he pensado que ese nombre no deberia ponerse a nadie...

katha (la chilena) -

volvi a trabajar y me ha costado encontrarte. espero que estés muy bien.
que manera de jugar con las palabras, darle forma y vida a cada relato.. me gusta..

Anónimo -

he llegado aqui d casualidad por el google pero he leido tu blog un poco por encima y me ha gustado mucho. espero leerlo luego mas y escribirte mas cosas

itziar -

he llegado aqui de casualidad a traves del google y he leido tu blog un poco por encima. me encanta. poco a poco ya lo leere con mas detalle... de momento decirte que si que merece la pena seguir escribiendo y que ya te comentare algo mas cuando lea el resto de las cosas. te escribo aqui porque es "la ultima historia añadida" intentare escribirte siempre en la ultima para que me leas. un beso

pandora -

esos baños de espuma, siempre son un acierto..... cuando una se encuentra en soledad....

Mireia -

Efectivamente un sexo rasurado o mejor aún depilado siempre despierta nuevas sensaciones
Besos de sábado
Lady Bourbon