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AIRES ABIERTOS

Ausencia

Ausencia

             Tras ese parpadeo que rompe la placidez del sueño, miré con nostalgia ese lado vacío de mi colchón. Sumido en las tinieblas del amanecer, éstas se transmitían a mi interior sintiendo esa ansia desesperada de tu presencia.  Mis ojos intentaron esbozar tu cuerpo, dibujarlo en el aire con líneas de vida, lleno de pálpitos e ilusiones con esa mirada única con que sólo te conoce mi corazón. Mi lamento interior y silencioso se tornó en una sonrisa que iluminó mi cuerpo de pies a cabeza cuando aquella figura tuya, tan conocida, cobró vida y abandonando la superficie del colchón, en el que minutos antes habías brotado se depositó en mi cuerpo.  Y tu cuerpo se confundió con el mío y la sangre de tus piernas circuló por las mías, nuestros brazos se unificaron, mi cintura buscó su lugar entre tus caderas, nuestros sexos encontraron su natural acomodo, nuestras barrigas se amoldaron, mis pechos con cierta dificultad se abrazaron a tus sonoras turgencias, nuestros cuellos se cruzaron en el aire y nuestros labios, nacidos para acoplarse, hicieron que nuestras salivas fueran una.

              Cuando abrí los ojos maldije a ese reloj, sin agujas, de arena de roca que con su lentitud premeditada alarga el tiempo en que ese anhelante deseo se convierta en realidad y ese presente, tras su transcurrir, se transforme en un grato recuerdo para toda la vida.

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