Despertar de cristal
El canto de un gallo lejano y desconocido la despertó. Semiabrió los ojos mientras era consciente de, que aunque había dormido bien, maniobras nocturnas de su insconsciente le habían marcado un dolor que se extendía por todo su cuerpo. Tuvo esa tentación, con sabor a vieja reminiscencia, de buscarle a Él por la cama, para que le aplacara aquel sufrimiento, pero el sonido lejano de la televisión, indicándole que ya había Él resbalado de la cama, le hizo cesar en aquella búsqueda imposible.
Su cuerpo se desparramó por el colchón, sediento de sensaciones y perdido en aquella cama sin rincones ni recovecos. De su interior salieron gritos silenciosos, que nadie podía oír, pero que atronaban sus oídos provocándole ramalazos de desesperación. Se desprendió del camisón, que parecía quemarle al contacto con aquella piel que semejaba estar en carne viva y se sintió mejor al percibirse desnuda en la penumbra del amanecer.
Poco a poco sus poros se fueron abriendo y aprehendiendo todas las sensaciones de que era capaz. Primero del aire que la envolvía, después de esos variados momentos dulces, atrapados en su recuerdo, y al fin de dedos invisibles, dedos sanadores, que atenuaban, aunque fuera de manera imperfecta, esa ansia de su piel.
Optó por evadirse por aquel resquicio que su imaginación le brindaba y mientras los dedos dibujaban figuras de seda a lo largo de toda su piel, su mente viajaba a ojos luminosos, a labios jugosos, a manos hábiles y a un miembro inolvidable, reales o imaginarios, con nombres o anónimos ¿qué más daba? Los dedos seguían caminando, por sus caminos epidérmicos, sin prisas, reconociendo sus resaltes y deteniéndose en sus honduras, creándole una impresión, al principio levemente agradable que como una bola de nieve que se desliza por una montaña, finalmente le provocó un alud de temblores que se transmitieron hasta el suelo por las patas de la cama.
Dio dos respiraciones profundas, mientras aquel dolor calmado se transformaba en secreciones de distintos aspectos. Por un lado la que ahora pendía de sus dedos húmedos con olor a ella, por otro el sudor que afloraba y salaban sus labios y unas lágrimas que, entre dulces y amargas, como perlas de cristal estallaban al caer al suelo.
Se levantó de la cama, ahora su cuerpo desnudo, le parecía estar cubierto de telas. Se lavó la cara y se observó al espejo esbozando una sonrisa en la que no le pasó desapercibida un rictus de amargura. Se peinó y salió del cuarto de baño dispuesta a afrontar ese nuevo día.
6 comentarios
Sibyla -
Besitos.
Prometeo -
abril -
Mil besos.
Milagros -
Besos multicolores :)
Ispilatze -
isobel -