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AIRES ABIERTOS

Mi cocodrilo

Mi cocodrilo

       (dibujo de Aires)

         Siempre pensé que los cocodrilos nacían al romperse un huevo, aunque éste desconozco cómo llegó a aparecer a mi lado. Era pequeño, vivaracho y en aquel tiempo en que era una cría, casi gracioso. Sus ojos lánguidos y sus movimientos ágiles me resultaban atractivos. Yo fui creciendo y a la vez que me hacía más nervuda, aquel saurio también fue desarrollándose: sus mandíbulas se robustecieron y sus dientes se afilaron, su piel se endureció con una fuerte coraza y sus movimientos ágiles desafiaban con ardor la ley de la gravedad. Aquel conocimiento mutuo se convirtió en intimidad creciente y como si  de una sombra se tratara, nos convertimos en inseparables.

 

            Tan habitual se me hizo su compañía que llegaba a pasarme inadvertida en mi devenir cotidiano, hasta que fui consciente de la excesiva protección que creaba en mi entorno. Algunos hubo que intentaron aproximarse, con desconocidas intenciones, nunca llegué a saber cuáles eran porque en cuanto él se apercibía de aquel acercamiento, me defendía a dentelladas o sacudiendo ágiles coletazos. Aquella protección habitual y repetitiva, de tantos años, de aquel inopinado guardaespaldas me hacía andar segura por la vida y sin temor a interferencias ajenas que pudieran socavar mi tranquilidad.

 

            Hasta que...¡apareciste tú! Te fuiste arrimando a mí, lo que, inicialmente, me pasó dulcemente inadvertido. Y cuando fui consciente de ello, no imagino cómo, te habías situado entre mi cocodrilo y yo. Tuviste esa rara habilidad de distraerlo, de domesticarlo y eso nos sedujo, a él y...a mí. Y hoy cuando caminas a mi lado con tu brazo rodeando a mi cintura, aún suelo escuchar detrás nuestro los andares acompasados de sus patas de cinco dedos delanteros y cuatro traseros y el rasgueo de su cola por el suelo, y alguna vez que lo he mirado de reojo y me he fijado en sus, en otro tiempo, temibles fauces, he visto cómo, aparte de guiñarte el ojo, te sonreía.

4 comentarios

prometeo -

¡genial! totalemente surrealista y un tanto grotesco. Muy bueno. Un abarzo.

Calidasirena -

Sorprendente tu relato desde luego, a mi me asustaría tener de mascota a un cocodrilo, creo que me moriría..
Un besito muy cálido

Milagros -

¿Domesticar el instinto animal a través de la seducción y el sentimiento?...¡Me sorprendiste de nuevo!
Besos multicolores :D

desiree -

¿ y no te conformabas con un perrito como todo el mundo? eres original en todo y en tu mascota no podias ser menos
besitos muchos