La excursión del sábado
Las obligaciones laborales me han mantenido alejado de mi blog y bien que lo he echado de menos. Especialmente tras lo ocurrido el pasado sábado, he tenido que reprimir las ganas de escribir hasta el día de hoy.
El sábado me llamó Celia para pasar un día de campo, desde nuestra última charla en que habíamos quedado como simples y profundamente amigos no habíamos vuelto a hablar. Tal vez no me apetecía o quizás, más o menos inconsciente, lo estuve evitando. El día estaba estupendo soleado y un aire fresco nos envolvió cuando aparcamos el coche. Es un paisaje único y solitario y nos pusimos a hacer una ruta con unos bocadillos a cuesta que habíamos comprado en un pueblo cercano.
Tras una hora andando y superado un pequeño bosquecillo, llegamos a una altura en la que se podía divisar una preciosa vista de la meseta. Entonces le dije que se pusiera que quería hacerle una foto en aquel idílico lugar y fue, cuando ella sorprendiéndome, me agarró con una mano la parte más baja de la espalda y con la otra me bajó el cuello para acercar sus labios. Quedé tan sorprendido que me vi incapaz de reaccionar mientras saboreaba sus labios que jugueteaban con los míos como si se tratara de un caramelo.
Noté como mi excitación crecía pero con esa dificultad física que me imponía su cuerpo al no dejar nada de separación mientras se frotaba con el mío. Ella empezó a quitarme los botones, primero de la camisa, con esa segura lentitud que no permite modificar el ritmo, y luego los de los pantalones. Mientras me iba sacando estos, me miraba con una mirada pícara y brillante que me hacía disfrutar especialmente de su dejar hacer, especialmente cuando liberándome del todo hizo que el aire bañara todo mi cuerpo. Liberación que fue breve porque tirándose al suelo cuan larga era la tomó entre sus labios mientras con habilidad manifiesta me extraía sensaciones que nunca había experimentado. No puedo decir cuanto duró aquello sólo recuerdo a una mariposa de vivos colores que pasó una décima de segundo antes de que entornara los ojos y, por primera vez en mi vida, viera fuegos artificiales en pleno día.
Luego me tumbé sobre la hierba contemplando como las nubes correteaban por el cielo mientras sus labios, aún húmedos y calientes, besaban suavemente mi pecho. ¿No decías que preferías a partir de ahora que siguiéramos siendo amigos?, le dije. Ella sonreía mientras me respondió: ¡Pero eso era el otro día!
El otro día leía en un blog que los hombres sólo estamos preparados para 16 colores, que es imposible configurar su monitor para una gama mayor de colores. Por semejanza, yo cada vez me convenzo más que el monitor de las mujeres tiene miles de colores, muchos de ellos imposibles de obtener en el espectro del arco iris.
El sábado me llamó Celia para pasar un día de campo, desde nuestra última charla en que habíamos quedado como simples y profundamente amigos no habíamos vuelto a hablar. Tal vez no me apetecía o quizás, más o menos inconsciente, lo estuve evitando. El día estaba estupendo soleado y un aire fresco nos envolvió cuando aparcamos el coche. Es un paisaje único y solitario y nos pusimos a hacer una ruta con unos bocadillos a cuesta que habíamos comprado en un pueblo cercano.
Tras una hora andando y superado un pequeño bosquecillo, llegamos a una altura en la que se podía divisar una preciosa vista de la meseta. Entonces le dije que se pusiera que quería hacerle una foto en aquel idílico lugar y fue, cuando ella sorprendiéndome, me agarró con una mano la parte más baja de la espalda y con la otra me bajó el cuello para acercar sus labios. Quedé tan sorprendido que me vi incapaz de reaccionar mientras saboreaba sus labios que jugueteaban con los míos como si se tratara de un caramelo.
Noté como mi excitación crecía pero con esa dificultad física que me imponía su cuerpo al no dejar nada de separación mientras se frotaba con el mío. Ella empezó a quitarme los botones, primero de la camisa, con esa segura lentitud que no permite modificar el ritmo, y luego los de los pantalones. Mientras me iba sacando estos, me miraba con una mirada pícara y brillante que me hacía disfrutar especialmente de su dejar hacer, especialmente cuando liberándome del todo hizo que el aire bañara todo mi cuerpo. Liberación que fue breve porque tirándose al suelo cuan larga era la tomó entre sus labios mientras con habilidad manifiesta me extraía sensaciones que nunca había experimentado. No puedo decir cuanto duró aquello sólo recuerdo a una mariposa de vivos colores que pasó una décima de segundo antes de que entornara los ojos y, por primera vez en mi vida, viera fuegos artificiales en pleno día.
Luego me tumbé sobre la hierba contemplando como las nubes correteaban por el cielo mientras sus labios, aún húmedos y calientes, besaban suavemente mi pecho. ¿No decías que preferías a partir de ahora que siguiéramos siendo amigos?, le dije. Ella sonreía mientras me respondió: ¡Pero eso era el otro día!
El otro día leía en un blog que los hombres sólo estamos preparados para 16 colores, que es imposible configurar su monitor para una gama mayor de colores. Por semejanza, yo cada vez me convenzo más que el monitor de las mujeres tiene miles de colores, muchos de ellos imposibles de obtener en el espectro del arco iris.
7 comentarios
DArilea -
Un besito y vuelve.
Brisa -
Brisa -
DArilea -
Solo espero que todo vaya bien
Un besito. Muack
Darilea -
estan para que cada cual eliga el que más le viene, yo me quedo con los del arco iris, tu elige bien
que el morado no es de buen gusto, y el negro implica demasiada tristeza.
Un besito un placer leerte como siempre.
MaM-oNa -
Me retiro sin hacer ruido.
Celia -
Cada día tiene un nuevo y diferente color o acaso ¿no lo sabías?
Mil besos para ahora y para cuando los necesites