Tu ráfaga
Se ha convertido en algo habitual el decirnos adiós, el que nuestros cuerpos durante ese instante que dura ese abrazo, se abran al máximo para captar las sensaciones del otro, para llevárselas consigo y racionarlas hasta la próxima vez que las circunstancias nos permitan acercarnos. Generalmente ese adiós lo acompañamos de algo material que el otro se lleva de nosotros y sirve para evocárnoslo.
Esta vez tu regalo me sorprendió: un frasco de colonia, sin marca. Inicialmente no me llamó demasiado la atención, soy muy igual para mis cosas y siempre me gusta usar la misma, te dije. Pero ésta es diferente, repusiste, la he hecho yo para ti. Y cierto que eso la hacía muy diferente a todas, tú habías mezclado las esencias y trabajado con ellas con el esfuerzo de tus dedos para crear ese aroma, que como una ráfaga tuya habías encerrado en el interior de aquel frasco de cristal.
Esa tarde cuando me duché, reflejada mi desnudez ante el espejo, que yo quisiera semejar a tus ojos, tomé el frasco como quien coge un tesoro entre sus dedos y pulsé el pulverizador para que aquellas gotas mágicas, que semejan el tierno ardor de tu aliento, refrescaran mi cabello, mi pecho, mi ombligo, mi... Sentía como si parte de esa ternura, que tan bien te conozco, en aquellas ráfagas se fueran adhiriendo a mi cuerpo, a la par que un perfume embriagador abrazaba mi nariz. Me gusta ese olor que desprende la colonia cuando se topa con mi cuerpo y, quizás es cosa mía, pero es idéntico al producido cuando entrechocamos nuestras pieles. Es como si me acompañaras y te llevara, cada instante, junto a mí.
Desde entonces, no comienzo el día sin esa ráfaga tuya que me invade y me estimula para comenzarlo de una manera diferente. Mi pregunta es, ¿qué hago cuando se me agote esa peculiar poción mágica? Tendré una excusa más para ir a verte...
1 comentario
Ana A. -
Me quedo pensando en que hay muchas formas de regalar aromas ... ojalá todas se pudieran guardar en un bote para evocar todo lo que traen consigo ...
Besos besos