Mi fantasía
-¿Cuál es tu fantasía? – me preguntaste mirándome a los ojos mientras las volutas de humo de tu cigarro llenaban el aire.
Nuestros cuerpos desnudos y exhaustos, de tanto goce tras aquella noche, yacían sobre la cama. Tus uñas primorosamente afiladas arañaban mis tetillas, ya agotadas e incapaces de reaccionar tras tantas horas de pasión desatada. Era nuestra última noche juntos en mucho tiempo, te ibas al otro lado del mundo y de alguna forma con aquellas locas horas quisimos compensar la futura y desgarradora lejanía. El hartazgo de placer, si es que tal existe, nos envolvían en aquella habitación.
-Me apetecería dibujarte desnuda – le contesté.
-De acuerdo – me sonrió- pero no dibujes mi rostro.
Y de un salto tu cuerpo ahíto de placer y con los poros abiertos se plantó ante mí. Saqué del armario un rollo blanco de papel de envolver y como si te cubrierara pudorosamente lo dejé caer a lo largo de tu cuerpo y fui señalando con el lápiz algunos puntos de referencia: cuello, hombros, pechos, ombligo, cadera, piernas y brazos. Coloqué el papel sobre el suelo y uniendo aquellos puntos fui esbozando aquel dibujo de tamaño natural. El trazado de aquel boceto duró una hora en la que posaste pacientemente con tu sonrisa traviesa colgada de tu rostro. Tuviste el tiempo justo de ducharte y de dejar el sabor de tus labios de caramelo mezclado con los míos, antes de que tu figura fuera empequeñeciéndose al descender por la escalera. No quise mirar más y con un suave movimiento cerré la puerta para que no vieras mis ojos empañados por las lágrimas.
Desde entonces nuestro contacto se ha reducido a Internet…y a tu dibujo. Sí, porque me he llevado varios meses con él y le he dedicado decenas de horas. Ha sido prácticamente el único ocio al que me he dedicado. En cuanto volvía de trabajar y los fines de semana, desnudo para sentirme más cerca tuya, me inclinaba sobre aquella especie de alfombra que ahora cubría mi salón e iba depositando sobre el papel, con la ayuda del lápiz, tus formas bien conocidas y ahora dichosamente recordadas. Tras las primeras semanas reconocí tu cuerpo brotando del papel. Posteriormente aquellas líneas trazadas a lápiz fueron enmascaradas por el bolígrafo negro, líneas oscuras que para que resaltaran había que pasar varias veces sobre ella. Cuando ya estaban trazadas las líneas principales con varias gomas de borrar fueron desapareciendo los trazos de lápiz. Y entonces fue cuando vino lo peor… el sombreado con el bolígrafo negro. El transformar aquella figura bidimensional a las tres dimensiones, el hacer que las finas líneas negras, acumuladas unas con otras fueran arrancando luces y sombras al dibujo. Un trabajo paciente y que, en ocasiones, por su monotonía me producía hastío y eso que mi mente hacía que aquellas rayas semejaran caricias sobre tu cuerpo. Caricias suaves que, cuando daban forma a tu pecho o lineaban la entrada a esa oquedad tuya tan placentera, hacían que me excitara conformando sobre mí aquellas lejanas sensaciones. Muchas horas, muchas líneas cruzándose caprichosas sobre el papel, cinco bolígrafos negros consumidos, en definitiva muchas horas de placer compartido en esta peculiar compañía tuya; hasta que tras el enésimo retoque lo di por terminado.
Lo he fotografiado para poder colgarlo en este rincón tan nuestro, tan íntimo y que puedas ver el resultado final, tras estos meses, desde que te fuiste, en que he estado en silencio. Espero que te guste el resultado. En cuanto al original lo he colgado en la puerta, frente a mi cama, y, todos los días, es lo primero que veo al abrir los ojos. No sé que tiempo tardaré en volver a verte, pero tu cuerpo ahora, tal como lo recuerdo, lo tengo frente a mí en tamaño natural y, aunque pasen los años, sé que las arrugas no se cebarán con él.
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sofia -
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