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AIRES ABIERTOS

Durmiendo la siesta

Durmiendo la siesta

     Hoy después de comer, me tumbé en la cama desnudo, para dormirme como medio de combatir el calor. Era la hora en que en la calle solitaria y desierta, sólo se escuchaba el rumor de una cigarra o la oscilación de una araña que pendía de un hilo de su tela. Me dejo invadir lentamente por el sopor, a la par que siento como me va invadiendo el deseo de ti. 

        Y como si los deseos se cumplieran en ese medio sueño oigo, a mi espalda, tus pasos descalzos que golpetean mimosamente el suelo del dormitorio. Mi cuerpo se hunde levemente hacia el centro del colchón cuando tu cuerpo se deja caer sobre él. Me cimbreas con tus movimientos mientras te acercas por detrás de mí. Sin moverme, disfruto como tu cuerpo va cubriendo el mio a todo lo largo. Siento tu boca que paladea mi cuello. Tus pechos  apretados contra mí, mientras tus pezones sobresalientes se clavan, hiriéndome mimosamente en mis omóplatos. La suavidad de tu barriga se pierde en mi espalda, mientras el suave cosquilleo de tu pelillos revolucionan las hondonadas deseosas de mis nalgas. Tus piernas rodean amorosamente a las mías. Tu brazo izquierdo termina de hacerme tuya. Me rodea, me acaricias el pecho y una vez acomodada toda tú, se relaja sobre mi sexo y lo cubre con la palma de tu mano, quedando allí como una dulce capucha.

       No conozco mejor manera de dejarme arrastrar por el sueño y me voy con él, me voy contigo. Cuando despierto, empapado en sudor, ya no estás tú. Estoy sólo sobre la cama, intentando espabilar mis anhelos. Noto mi cuello mojado, al tocarlo con la yema de mis dedos y llevarlos a mi nariz, el olor inconfundible de tu saliva me habla de ti, provocando que todo mi vello se erice.

2 comentarios

Ana A. -

Ays ... dulces siestas ...

Lydia -

Hermosas palabras que reflejan esos deseos, entre sueños y pensamientos que viven las sensaciones como propias, como reales... al menos con el anhelo de que así sean.