Un viaje movido
Me molestó, debo confesarlo, cuando a las doce de la noche en el autobús con destino a Sevilla, una mujer de rizada melena ocupó mi asiento contiguo. Mi deseo de dormir estirado se difuminaron, eso debió pensar la compañera del otro lado del pasillo quien me dirigió una sonrisa que no supe interpretar. De todas formas la mecida inherente al movimiento y el cansancio acumulado el fin de semana acumulado en Madrid, no tardó en rendirme.
Cuando desperté tenía el jersey de mi vecina a modo de almohada sobre mi hombro ¡vaya morro!y ella profundamente dormida. De sus labios abiertos caía una leve salivilla que goteaba sobre mi camisa levemente desabotonada por el calor reinante de agosto. Pensaba despertarla cuando desde mi posición su escote que hasta ahora me había pasado inadvertido. Era un escote ampuloso, de salientes redondeces que abrían un sugerente hueco en el que podía ver gran parte de sus pechos rotundos y que se sujetaban en el aire sin necesidad de la artificiosidad de un sujetador. Tan amplio era que no me costó darme cuenta que sus grandes y manifiestos pezones dilataban la tela creando unos sugerentes montículos cuyos alrededores, casi negros, asomaban al aire por el borde de la tela. Aquella visión me excitó profundamente y procuré no moverme lo más mínimo para disfrutar el máximo tiempo de aquella sugerente visión.
Sea porque no pude permanecer estático o porque sintió el peso de mi mirada sobre ella, sus pestañas oscuras se abrieron como un abanico dando paso a un par de ojos almendrados que, sin moverse, me miraban traviesos. Se aproximó más a mí y ví como su mano izquierda de cuidadas uñas se abrió paso entre los botones de mi camisa y sus dedos ágiles fueron lamiendo con sus yemas, muy despacio mi pecho, a la búsqueda de mi tetilla. Cuando la encontró, como quien encuentra a una vieja amiga, se detuvo arañándola con esa levedad capaz de transmitir su energía a todo mi cuerpo, de hecho yo notaba como la sangre empezaba a bombear a través de mi sexo y éste comenzaba a hincharse.
Siguió persistente, mientras su sonrisa ahora era amplia, bajó su mano por mi barriga jugueteando con el vello que se encontraba a su paso, hasta llegar a mi ombligo donde simuló taladrarlo con su uña. Tras aquellos minutos de creciente excitación sacó su mano y con una agilidad que sólo puede dar la práctica me abrió la cremallera del pantalón. Sentí como su mano arañaba mis slips transmitiéndose el contacto a mi sexo, ya duro como una piedra. Y como quien se acomoda para dormir su cabellera rizada tapó mi barriga a la vez que con increíble agilidad liberó mi sexo, su olor llegó a mi nariz, y lo hizo desaparecer en su boca. Yo sorprendido solo atiné a cubrirla con su jersey como si estuviera arropándola. Ella succionaba lenta al principio, para acelerarla hábilmente después. Todo mi cuerpo temblaba por el ardor, aunque yo hacía lo imposible por no moverme, aparentando que estaba dormido. Fue entonces cuando vi a mi compañera del otro lado del pasillo que miraba aquella escena con descaro. Pero no sería yo quien hiciera el más leve gesto ¡que mirara si quería!
Aquella melena negra que tenía sobre mí no cesó en sus movimientos durante un buen rato hasta que, en un momento determinado, ella hizo una contracción con sus labios, que no pude resistir y tuve el mayor orgasmo que nunca he sentido. Fue como si de pies a cabeza todas mis células vibraran. Estábamos llegando a Sevilla y quedé como derrengado en mi asiento, ella colocó todo en su lugar tras hacerme un trabajo de limpieza exhaustiva con su lengua por todos los alrededores. Acercando sus labios a los míos pude saborear en ellos mi propio sabor. Sin decir nada, se puso en pie, se estiró su vestido y sin mirar atrás desapareció por la puerta del autobús. Pero allí, contra lo que pensaba, no acabó todo. La del otro lado del pasillo se puso en pie, e inclinándose hacia mí me besó escarbando hasta el último resto que me quedaba de mí en los labios. Me dijo: ¡Gracias! y se marchó contoneándose. Tardé quince minutos en poder levantarme de mi asiento.
6 comentarios
ideas -
aceituna verde -
besos alados
flor -
katherine (la chilena) -
Más de alguna vez me sorprendí fantaseando con mi compañero de bus, tal vez me anime...
Besos, que estés muy bien.
busKdor -
pandora -
un beso desde mi caja.
pandora.