Produciendo música
Aunque hace muchos años de esto, recuerdo perfectamente el día en que conocí a Eugenia. Su cabellera pelirroja y el movimiento alambicado y sinuoso al ritmo de la música de “Fiebre del sábado noche”, sobre la pista de baile, no dejó de atraer mi atención. Coincidimos en la barra tomando una copa y empezamos a charlar. Teníamos grandes coincidencias, pero si a mí me gustaba la música, para ella era su vida. Su trabajo, sus aficiones, sus pensamientos,…incluso el ritmo, de felina agazapada con que caminaba por la calle, estaba impregnado de corcheas.
Nos hicimos buenos amigos, pero de aquella amistad con música a pasión sólo hubo un minúsculo paso. Y no tardé comprobar que aquella vida rítmica se extendía a la superficie del colchón, en donde sin duda tocaba sus mejores notas. Pero no hablo en forma metafórica sino totalmente literal. Al principio creí que eran figuraciones mías y fruto de la pasión, porque ocurría cuando mi parte más querida desaparecía en oquedad de su cuerpo y nuestras pieles húmedas se adherían con un estrecho contacto, en aquellos íntimos momentos yo escuchaba una música. Un día tras repetirse esto varias veces, dejando a un lado la vergüenza que me producía preguntarle, no pude aguantar más y después de quedar exhausto y sudoroso, a su lado, sobre las sábanas, le pregunté si ella también escuchaba una música.
Me sonrió con una doble sonrisa de ojos y labios y se tendió boca arriba, totalmente desnuda, cuan larga era. Sus dedos finos acabados en primorosas uñas rojas se acercaron hacia su pubis y tirando armoniosamente, como si fueran las cuerdas de un arpa, de los distintos pelos de aquella mata anaranjada que lo coronaba, empezó a sonar una música con su ritmo perfecto, sus sostenidos y sus bemoles. ¡Era la música más hermosa que nunca había escuchado! Aún hoy después de tantos años, cuando aguzo el oído y cierro los ojos me llegan los sones de aquella imperecedera melodía.
2 comentarios
Juana -
Te deseo muchos, muchos conciertos.
Un beso.
Mireia -
Besos de lunes
Lady Bourbon