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AIRES ABIERTOS

Fregando

Fregando

                                                                              (dibujo de Angel Arias)

               Disfruto fregando, pero eso no ha sido siempre, sino desde hace seis meses. Aquel día cenamos en mi casa los cuatro, nosotros y nuestras respectivas parejas. Yo no podía quitarte ojo de encima, a pesar de que te miraba sólo a hurtadillas. Estaba terriblemente excitada con ese morbo de comer a tu lado, actuando como si sólo fuéramos buenos amigos. Fue al terminar la cena cuando dije que iba a fregar los platos en la cocina, a lo que tú con un guiño cómplice te ofreciste a ayudarme, siguiéndome a la cocina, mientras nuestros cónyuges quedaron en el comedor charlando y preparando la mesa para el café posterior.

 

            Tras mis pasos por el pasillo escuchaba, con nerviosismo, los tuyos que me seguían envueltos en esa colonia que te había regalado por tu cumpleaños y que me volvía loca como retornaba a mi nariz desde la superficie de tu cuerpo. Llegamos a la cocina y tras dejar los platos en el fregadero, sentí tus brazos que me rodeaban con una ternura que me derretía, a la vez que una lluvia de besos me salpicó mi cabeza hasta que tus labios aterrizaron como un explosivo obús, así los sentí, sobre los míos.

 

No teníamos mucho tiempo…y lo sabíamos. Abrí el grifo y el agua fluyó límpida y salvaje sobre los platos, te apretaste contra mi cuerpo, tampoco había mucho sitio allí y nuestras manos disputaron la suciedad de aquellos platos para terminarlos cuanto antes. Nuestros dedos humedecidos por aquel chorro bailaban sobre la loza, se entrecruzaban, se acariciaron, se arañaban, extrayendo sensaciones concentradas que nuestros cuerpos modulaban para que no se perdieran más allá. La presión de tus manos me hacía sentir tu calor, tu cercanía y tu ternura que inoculabas hasta mis huesos. Aquellas corrientes fluían como meandros por la superficie de tus manos, zigzagueando entre tus venas y desembocando hacia las puntas que trasmitían a las palmas de mis manos que abiertas recibían en ellas el agua con parte de ti.

 

Los platos fueron depositándose brillantes sobre el escurreplatos. En el comedor escuchábamos a lo lejos la charla que se desarrollaba y, al fin, el último salió del fregadero. Entonces como si fuera una señal, tomaste mis dedos con tu poderosa mano y, sin decir una palabra, acercaste mis manos a tus labios. Tus besos mimosos la llenaron de saliva, sin dejar ningún resquicio seco y luego, con suavidad cada uno de mis dedos, muy lentamente fue desapareciendo en el interior de tu boca. Cerré los ojos mientras me excitaba y sentía tus dientes, tu lengua jugosa que se enredaba en ellos, jugueteando. Me sentí a gusto explorando ese sensual lugar, recorriendo tus encías e, incluso, acariciando tu campanilla. Mis dedos salieron con un sabor a ti que me encargué de paladear, mientras tú me ponía de espaldas al fregadero y yo me dejaba hacer. Tu brazo izquierdo me rodeó la cintura y el ruido inequívoco de tu cremallera acarició mis oídos, te había hecho caso y no me había puesto bragas para aquella cena y entonces fue cuando me levantaste la falda y sentí tu sexo poderoso, que como sin buscar encontró con rapidez mi hueco húmedo, que con ansia le anhelaba. Fueron sólo unos instantes, enseguida nos echarían de menos, y en poco más de cuatro leves empujones, me sentí llena de ti y mi sacudida, con silenciador, no evitó que los platos entrechocaran unos con otros en el escurreplatos. Dos minutos después, yo con el pelo atusado y la falda estirada, nos sentábamos los cuatro a tomar café.

Desde aquel día el momento de fregar es un rato “diferente” para mí y, sobre todo, cuando lo hago con agua caliente, no encuentro ninguna diferencia entre la humedad de mis manos y la existente, en ese instante, entre mis piernas.

2 comentarios

Notoy -

Uuaauuuuu fantástico!

Anny -

Por Dios que hay un erotismo vívido en esta fregadera, corre por la piel tu descripción Aires, muy hermoso en verdad.

Cuídate un mundo

Anny