Día de calor
Me gusta este día como hoy, en que me he levantado desnudo de la siesta y bañado en sudor. Descorro las cortinas y observo, no sé cómo pero se nota, el peso del calor sobre el asfalto de la calle. Es un buen momento para planchar, voy al salón donde estás trabajando con el ordenador y me saludas sin quitar la vista de la pantalla, aunque mirándome con levedad de reojo. Monto la tabla de la plancha y, encendiéndola, extendiendo una de mis camisas me dispongo a quitarle las arrugas. El vaho caliente de la plancha llega hasta mí, provocándome más calor. Mi frente se humedece rápidamente y me tengo que separar de la tabla para que las gotas no caigan sobre la ropa. Cada poro de mii cuerpo empieza a convertirse en un manantial de sudor y noto como esos fluidos van descendiendo por mi espalda…
Me miraste, ahora fijamente, y empujando el ordenador a un lado, dejaste el bolígrafo sobre la mesa y te acercaste a mí, con movimientos felinamente lentos. Llevaba yo ya un rato esperándote… Acercaste tus labios a mi oído y muy quedamente me dijiste: te seco? Sin esperar casi a que afirmara con un gesto de mi cabeza tu lengua se agarró a mi cuello y fue descendiendo lentamente por mi espalda, absorbiendo mi sudor. A la par que tus dedos juguetones danzaban sobre mi pecho absorbiendo la humedad de ahí con tus caricias. Dejé la plancha y me quedé quieto mientras me degustabas. Poco a poco fuiste bajando hasta que tu lengua revolucionó todas las sensaciones táctiles de mis nalgas y tus manos, a la misma altura, asían mi sexo que llevaba tiempo esperándote. No tardaste nada en estirarlo y hacerle desaparecer todas sus arrugas…
Uff, ¿comprendes ahora, que no entendías el por qué, cómo me puede gustar un día de tanto calor como éste? Porque sé que, al final, el desenlace siempre es el mismo.
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