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AIRES ABIERTOS

Estallido de cristales

Estallido de cristales

    Miguel y Beatriz se conocieron un día, por casualidad, sus miradas cruzadas en una cola de autobús les ataron en su camino por la vida. Aquel día se saludaron con simple educación. Saludo que a los pocos días les alegró la cara por su mutuo reconocimiento. Empezaron a hablar primero del tiempo y luego de los toros a los que ninguno de los dos había ido nunca. Acabaron ese día hablando de lo malo que era el tabaco, y ella se fue sin atreverse a confesarle que fumaba aunque el vapor nicotínico que la envolvía la delató ante Miguel que calló, también, comprensivo. Sus encuentros se repitieron dominados por un azar incontrolado, que les hacía todos los días guardar el asiento de al lado del autobús por si ese día se subía su compañero de viaje. Y los días que esto ocurría sus ojos se iluminaban y sus lenguas se desataban queriendo lanzar el máximo número de palabras en aquel trayecto que se les  hacía brevísimo. Lenguas que dejaron de lamer el exterior para introducirse en el interior y a modo de sacacorchos ir desvelando lo que encerraban bajo esas capas que constituían sus personas. Beatriz, siempre prudente, medía sus palabras con una regla dorada, lo que hacía que sus ojos, en ocasiones, comunicaran más que sus palabras. Miguel, siempre curioso, preguntaba y quería dar pasos de avance tan grande que, a veces, cuando se daba cuenta la había dejado por atrás.

     Pero la vida seguía y aquel autobús que no iba a ninguna parte transportaba aquella pareja de corazones como un relicario ambulante. Tanto Beatriz como Miguel, no sabían cómo pero se percataban de que aquellos lazos iniciales se transformaban en nudos. Hasta aquel día...

   Miguel volvía desusadamente tarde, cansado y con jirones sin formas atravesándole por entero, cogió ese autobús que hoy, a esas horas vampiresas, imaginaba casi vacío, pero quedó gratamente sorprendido al verla sentada en su asiento. Como si fuera un "decíamos ayer", había transcurrido más de un mes de su último encuentro, ellos empezaron a hablar, desde el principio, con esas palabras que dan un cariño prolongado y a medida que el trayecto siguió aquellos jirones se recompusieron en forma de piel brillante. Llegó el inevitable momento en que llegaron a su destino, Beatriz y Miguel bajaron al unísono cogidos de los ojos y, una vez más, ardiendo por dentro, cosa que ninguno demostraba, se disponían a despedirse. Pero esta vez hubo algo distinto. Beatriz le dijo que quería decirle algo antes de que se fueran. Y de sus palabras salieron sentimientos en forma de palomas que Miguel, alguna vez había supuesto en una burbuja de cristal, pero aquella noche a la luz tenue de una farola aquella burbuja estalló en mil pedazos, las palomas volaron al cielo oscuro compitiendo su blancura con la de las estrellas y muchos de aquellos cristales se incrustaron en la piel de Miguel pero no era dolor, precisamente, lo que le produjeron. La sorpresa hizo que la lengua de Miguel se paralizara, pero Beatriz supo leer el lenguaje de sus ojos y acercándose se despidió con un beso tierno en los labios. Beatriz se dio la vuelta y se alejó despacio mientras Miguel paralizado aún bajo la farola supo que desde ahora todo sería distinto.

8 comentarios

Solamente el alma sin rostro -

Me encantó lo del relicario ambulante

la Hija del Viento -

Hoy he estado pensando sobre eso, sobre eso de hablar con los ojos y callar con los labios. Conservar la magia es algo milagroso que a veces se hace posible.
Gracias por las palabras vertidas en mi casa y por las escritas en la tuya. Hasta la próxima

angela -

linda historia, y más porque
me llega mucho, me ha pasado
pero lo malo y triste k nunca nos hablamos... solo miradas k decian mucho y una pequeña esperanza lk keda

INMA -

Qué linda historia..me gusta cuando el azar y el destino se anteponen a todo y nos hacen conocer gente distinta..y aún más si resulta ser especial..

Muchos besoss.

sol -

mira que los tíos a veces son tontos, paralizarse en ese momento... ains.... qué pena...

ideas -

Has traido a mi presente, recuerdos de cómo conocía uno de mis amigos...

Crisálida -

El azar siempre va en autobús y cruza los destinos.

paloma -

Una preciosa historia. A veces las casualidades cruzan caminos extraños. Pero la vida parece que es eso, un cúmulo de casualidades.
Espero que Miguel y Beatriz sepan aprovechar su trocito de felicidad.
Besos