En la bañera
Retumbó con fuerza la puerta haciendo vibrar el marco y mi pecho. Te acababa de ver con cara de “noséhastacuándo” y en venganza, o mejor dicho, para que no me vieras llorar, me encerré con la excusa de darme un baño. Miré por última vez tu cuerpo desnudo, te levantabas para vestirte, y tus nalgas robustas en las que minutos antes casi me había asfixiado arrancándote lamentos de puro goce. Las veía como si estuviera en duermevela con esa sensación de que despertarías de un momento a otro y se desintegrarían para siempre. Me senté en el borde de la bañera con la mirada colgada en el recuerdo anhelando los placeres perdidos y arrullada por el sonido del agua al caer.
Aún resonaba tu voz cuando comparabas mi espalda con una noche de estrellas y decías que mis lunares formaban la constelación más hermosa que nunca habías imaginado ver, que aquellas preciosas "estrellas"que acariciabas con delicada ternura, eran la guía de tus pasos…¡qué efímera es la felicidad! Me puse en pie mientras la toalla amarilla que me regalaste se deslizaba lentamente por mis piernas arrancándome caricias embusteras. El corazón empezó a latirme con fuerza de puro deseo, cuando mi mente evocó tantos momentos compartidos y disfrutados y mi cuerpo empezó a dar gritos silenciosos solicitando caricias.
Me introduje en la bañera provocando ondas con esa sensación de ingravidez producida por el agua. Mis manos se movieron nerviosas por toda mi húmeda anatomía. Mis uñas arañaban, incluso con dolor, toda mi barriga, mi pubis suave y los alrededores de mis pechos. Estos asomaban sobre la superficie del agua como dos bajeles que navegaran, con sus velas desplegadas, con forma de pezones duros y enhiestos. Al sentir la humedad del agua sobre ellos un temblor placentero recorrió todo mi cuerpo. Mis dedos como tentáculos de un pulpo juguetearon con la más dulce de mis cavidades, a la par que mis humedades interiores desembocaban en el del agua templada de la bañera y mis lágrimas se disolvían, dotando ambos fluidos al agua, originalmente insípida, de un rico sabor que alegró mis labios.
No sé si sería impresión mía, pero me pareció que mi calor aumentaba la temperatura del agua y no pude aplazar más el tiempo, buscando de forma brusca, entonces, el placer inmediato, lo que me hizo sacudirme como una sirena y provocar oleajes en la superficie. Mi boca semihundida emitió burbujas de placer y, de pronto, todo mi cuerpo se relajó, cerré los ojos y mi cabeza desapareció bajo el agua…
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