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AIRES ABIERTOS

Cosas circulando por dentro

Unas gotas de lluvia sobre mi cabeza

Unas gotas de lluvia sobre mi cabeza

      Amanecía, cuando caminaba el otro día bajo la lluvia. Las gotas marcaban un compás de La mayor sobre la tela del paraguas y el viento frío me acariciaba con un des-abrigo invisible. Mi mente iba ocupada en esa cocina de sentimientos que tu recuerdo produce cual hábil cocinero, cuando al girar una esquina una ráfaga desatada tronchó limpiamente mi paraguas. Cayó en un charco y me quedé con el extremo en mis manos, que perdida su utilidad acabó chapoteando junto con otras basuras en una papelera. Me alegré que en la calle solitaria nadie hubiera sido testigo de aquel incidente.

     ¿Nadie? A través de un portal tu mirada picarona iluminó el chapoteo brillante de las gotas de lluvia que, ahora iban pegando la tela humedecida a mi piel. ¿Qué hacías por allí a aquellas horas? Y como si la cocina de sentimientos hubiera ya producido su primer plato, sin decir nada, te acercaste a mí y amoldaste tus labios a los míos. Mis labios distinguieron esa humedad cálida, sabrosa, de esa otra que iba impregnando todo mi cuerpo. Y como queriendo protegerte de esos chorros comunes que se deslizaban en correntías a través de nuestra piel, mis brazos se cerraron en torno a ti. El contacto de tu piel húmeda atravesó las telas que nos separaban...

       Un portazo de la ventana terminó por despertarme. No paraba de llover. El suelo del dormitorio estaba mojado y tu lado del colchón estaba ocupado por una silueta húmeda que dibujaba tu ausencia sobre la sábana.

Vacaciones caribeñas

Vacaciones caribeñas

       ¡Qué a gusto me siento aquí! Apoyada, en este árbol de la playa, con los ojos cerrados, mientras me dejo acariciar por la brisa tropical y el rumor de las olas que bañan la orilla. Está buenísimo este daiquiri. Necesitaba estos días de descanso, por un lado, para no hacer nada y por otro, para dar rienda suelta a la pasión. Aún me tiembla la piel al pensar en el revolcón que tuve anoche aquí en la playa con aquel mulato que acababa de conocer, teniendo como único testigo a la luna. Nunca creí que en un encuentro se pudiera disfrutar tanto...

-¡Eh, “chochito” despierta y deja de sobar! ¿Otra vez t’as quedao dormía? ¡Qué poco acostumbrá estás a madrugá! Date prisa que tenemos que acabá de limpiá. Ya no quea ná pa que llegue la gente de la Agencia de Viajes y se abra al público.

Rumor de ausencia

Rumor de ausencia

         Me duele, a esta hora en que alborea, el rumor rabioso de tu ausencia, el recuerdo de tu cuerpo que presiento solitario tendido en el colchón que encrespas levemente creando caprichosas arrugas en su superficie. Veo las sábanas, que protegen tu desnudez, moldeadas sus formas por las ondulaciones de tu cuerpo.  De las honduras de la tela surgen esas líneas tuyas, tan sensualmente vivas, que se avivan en mi memoria despertando mis deseos. Puedo imaginar la seducción visual de tu melena azabacheña, cubriendo alborozada y mimosamente tu nuca, que reposa, acogedora y con formas leoninas, sobre la almohada. 

          Mantengo vivas en mí las caricias que me diste, esas sensaciones cargadas de pasión y ternura en las que te revelaste como verdadera artífice y ansío ese momento en que puedan volver a repetirse. 

           Quisiera quebrar la quietud de esa escena revivida, hurtarte espacio de tu colchón socavando su superficie con el peso de mi cuerpo, que uniéndose al tuyo te haga disfrutar de mi piel ardiente, mientras jugando en el aire, fusionamos nuestros labios y confundimos nuestros alientos.

Sueños imposibles

Sueños imposibles

            (Fotografía de Concha Arias)

           Hoy quisiera hurgarte en los que tú llamas sueños imposibles, en esos que encierras dentro de ti cuando haces de tu intimidad una hermética fortaleza. Esos sueños que disfrutas, liberada de prejuicios de cualquier tipo, y en los que das rienda suelta a tus fantasías y a tus deseos más profundos, en que se mezclan, sin orden ni concierto, la pasión desbocada con la ternura contenida. Los gozas con esa libertad que te da el estar liberados de cualquier clase de críticas y sometidos, exclusivamente, a  tu arbitrio.

            No te asuste mostrar lo más primitivo de tus ansias en ese punto en que la mente sucumbe en la atávica batalla ante la fuerza arrolladora del corazón, esa faceta tuya que al descubrírmela acabará por seducirme. Quiero entrar ahí, con tu permiso, para paladear contigo esa felicidad que anida en tu paraíso.            

            Hazme partícipe de ellos, para que podamos cabalgar a pelo a lomo, cabellera al viento, de las mismas fantasías, recorriendo paisajes infinitos mientras compartimos sensaciones inenarrables. Instalarme en esos oscuros pero dulces recovecos donde esos sueños, que te parecen imposibles y utópicos, vividos a dos pueden convertirse en sueños impregnados con la esperanza de que un día…

 …se hagan realidad.

Colchón y marejada

Colchón y marejada

         El colchón cuan inmenso océano se extiende más allá del infinito. Los desimantados cuerpos de la pareja, se posan descompasadamente, sobre él y son agitados por un temporal, que inicialmente se abate imperceptible y más tarde se encrespa, debido a la soterrada monotonía cotidiana.

         Se cimbrean sobre las crestas de las olas azotados por látigos de espuma, hundiéndose hasta hoquedades impensables. Pasado un tiempo, ambos se pierden de vista en aquella inmensa amplitud.

Movimientos de serpiente

Movimientos de serpiente

          Me recuerdas a una serpiente. Te acercas sigilosa, deslizando las plantas desnudas de tus pies descalzos, lamiendo el suelo, hasta donde estoy, como si yo fuera una presa a devorar.           

           Los resplandores nacarados de tu piel iluminan la habitación con sus destellos. Te detienes frente a mí y como si mi mirada detonara las curvas de tu cuerpo, éstas oscilan en un singular baile que traza eses en el aire. Estos movimientos cadenciosos hacen que tus pantalones vaqueros fluyan hacia la parte inferior de tus muslos. Dejan al descubierto el acceso a la gruta de tus placeres,  que destaca ornamentada por esos minúsculos rizos azabaches, especialmente brillantes, debido a las salpicaduras de las gotitas húmedas que de ti manan.          

          Cuando los pantalones han llegado a tus tobillos, un movimiento ágil de éstos, los lanza por el aire, brindando tu piel con todo su esplendor a las caricias de mis ojos. Te acercas a mí y te enroscas con delicadeza manifiesta en torno a mi cuerpo, rodeando mis caderas con tus piernas y mi cuello con tus brazos. Mi sexo sintiendo la proximidad del tuyo, lo busca, lo encuentra y lo besa con gustosa facilidad hasta esas profundidades insondables en las que se detiene y saborea hasta la última gota de tu “veneno”.

La llave mágica

La llave mágica

       Cada mañana, me pregunto, en dónde conseguiste esa llave mágica con la que lograste abrir el cofre en el que yo encerraba toda mi capacidad de ternura.

El espejo

El espejo

Quiero volver a mirar

nuestra imagen esculpida a fuego,

en ese abrazo inolvidable

grabado en el espejo.

Contemplar en su cristal

la parálisis del tiempo

y cómo a pesar de los años

sigue vivo ese reflejo.

Tu regalo

Tu regalo

         Cuando la distancia física, entre nosotros, volvió a convertirse en algo habitual, me dijiste que te dolía no haberme hecho un regalo. ¿Qué no? No tuve que pensar mucho para decirte cuál era el maravilloso regalo que me habías hecho durante el tiempo que disfrutamos juntos: me hiciste descubrir lo mejor de mí mismo.

          La ternura de tus dedos y las caricias de tus labios rasgaron mis murallas, y de mi interior afloraron, hacia ti, todas aquellas cosas que, sin yo saberlo, tenía guardadas celosamente para cuando apareciera la destinataria adecuada: ¡TÚ!

La felicidad...

La felicidad...

...es simplemente, muchas veces,  el vivir en la realidad esos sueños que nos acompañaron durante mucho tiempo.

       Y esto no me lo ha contado nadie...

Mi silencio

Mi silencio

        No creas que mi silencio de los últimos días era fruto de la pena o el olvido. No creas que mi rumor interior se ha estrellado contra muros invisibles. No creas que todas las palabras que durante este tiempo han florecido en mí se han disuelto en lagunas grises.

        Sólo están sufriendo una transformación, dentro de mí, para que cuando nos encontremos, se desparramen sobre tu cuerpo en forma de besos.

Las dos

Las dos

              Me gustan tus dos columnas, turgentes, envueltas en carnes, que se alzan, perpendiculares al suelo. Su visión engalana mis sentidos. Me gusta contemplar sus líneas vivas que serpentean creando una imagen atrayente y seductora. Me gusta ver como las formas de tus muslos se encogen sobre sí mismas a medida que descienden hasta diseñar con maestría artesana tus tobillos. Me gusta ese brillo envidiable que desprenden, el reflejo en ellas del sol del verano, su color de caramelo que excita mis papilas, la suavidad de su tacto que enciende la lumbre de mi deseo. Sentir cuando se abren para acoger mi cuerpo y me ciñen la cintura, sintiendo como su íntimo contacto me alborota, mientras me pierdo por tus lindes.             

           Me gusta cómo se alzan elegantes y prietas sobre tus zapatos y ese movimiento sensualmente oscilante que provocan a tu cuerpo cuando te acercas a mí.  Me gusta como al desprenderte de los tacones, tus talones descienden sobre el suelo arrastrando, tras de sí, a tu cuerpo; admirar tus pies y acariciar muy lentamente tus dedos, sorberlos en mis labios de uno en uno, mientras mis manos palpan tus extremidades de arriba abajo…             

            Sí, decididamente, me encantan tus piernas…¡las dos! 

Despertar de cristal

Despertar de cristal

       El canto de un gallo lejano y desconocido la despertó. Semiabrió los ojos mientras era consciente de, que aunque había dormido bien, maniobras nocturnas de su insconsciente le habían marcado un dolor que se extendía por todo su cuerpo. Tuvo esa tentación, con sabor a vieja reminiscencia, de buscarle a Él por la cama, para que le aplacara aquel sufrimiento, pero el sonido lejano de la televisión, indicándole que ya había Él resbalado de la cama, le hizo cesar en aquella búsqueda imposible.

      Su cuerpo se desparramó por el colchón, sediento de sensaciones y perdido en aquella cama sin rincones ni recovecos. De su interior salieron gritos silenciosos, que nadie podía oír, pero que atronaban sus oídos provocándole ramalazos de desesperación. Se desprendió del camisón, que parecía quemarle al contacto con aquella piel que semejaba estar en carne viva y se sintió mejor al percibirse desnuda en la penumbra del amanecer.

       Poco a poco sus poros se fueron abriendo y aprehendiendo todas las sensaciones de que era capaz. Primero del aire que la envolvía, después de esos variados momentos dulces, atrapados en su recuerdo, y al fin de dedos invisibles, dedos sanadores, que atenuaban, aunque fuera de manera imperfecta, esa ansia de su piel.

         Optó por evadirse por aquel resquicio que su imaginación le brindaba y mientras los dedos dibujaban figuras de seda a lo largo de toda su piel, su mente viajaba a ojos luminosos, a labios jugosos, a manos hábiles y a un miembro inolvidable, reales o imaginarios, con nombres o anónimos ¿qué más daba? Los dedos seguían caminando, por sus caminos epidérmicos, sin prisas, reconociendo sus resaltes y deteniéndose en sus honduras, creándole una impresión, al principio levemente agradable que como una bola de nieve que se desliza por una montaña, finalmente le provocó un alud de temblores que se transmitieron hasta el suelo por las patas de la cama.

         Dio dos respiraciones profundas, mientras aquel dolor calmado se transformaba en secreciones de distintos aspectos. Por un lado la que ahora pendía de sus dedos húmedos con olor a ella, por otro el sudor que afloraba y salaban sus labios y unas lágrimas que, entre dulces y amargas, como perlas de cristal estallaban al caer al suelo.

          Se levantó de la cama, ahora su cuerpo desnudo, le parecía estar cubierto de telas. Se lavó la cara  y se observó al espejo esbozando una sonrisa en la que no le pasó desapercibida un rictus de amargura. Se peinó y salió del cuarto de baño dispuesta a afrontar ese nuevo día.

Reflejos

Reflejos

Quiero sentarme a tu lado

resbalándote mi cuerpo,

deseoso y desnudo

por tu piel de caramelo.

y despertar tus sentidos

con mis brasas tu fuego.

Rescatar mi vista,

de ti mi reflejo,

saborear los dulzores

de todos tu recovecos.

Meciéndonos en el aire

entre minutos eternos,

esos que paran las horas

y nos detienen el tiempo.

Mis regalos

Mis regalos

Es tiempo de regalos y dádivas, de sorprenderte con algo que te guste y te alegre. Difícil empeño y es que no suele ir  parejo a su precio en euros sino a su valor en cariño y este es difícil de medir. .De todas formas, intentaré acertar contigo, he aquí mi lista de regalos:

 

-Un frasco de aroma de azahar de una tarde de primavera andaluza.

-Un arrumaco como sólo sabe darlo la brisa cuando navegas en aguas plateadas.

-Unos pasos, que consigan caminar sincronizados junto a los tuyos, ni más rápidos ni más despacio.

-Una cinta que se pueda rebobinar a voluntad, donde están impresas aquellas sensaciones que brotaron en ti con mis primeras caricias.

-Un despertador, que nunca atrasa, y que te despierte con besos suaves que se extienden por tu cuerpo.

-Un vestido de fiesta, de color amarillo otoño, para ponértelo cuando nos veamos.

-Un libro con las hojas en blanco en el que podamos escribir y compartir nuestras líneas cotidianas.

-Un muñeco de nieve de los que no se descongele con la sonrisa perennemente congelada en la que se refleje la tuya.

-Un bote de “limpiatodo”,  presto a quitar esas inevitables manchas oscuras que aparecen en tu horizonte cuando las circunstancias te son adversas.

-El murmullo melodioso del chorro de una fuente en una noche de verano de luna llena.

-Una mano, que detecte cuando tienes la necesidad de que agarre a la tuya.

-Un boleto de entrada, a esa fiesta continua que originas en mi corazón

-Y un regalo repetido, pero con el que estoy seguro de acertar, una caja donde he depositado trescientos sesenta y seis besos, en forma de mariposas, de distintas formas y colores para que durante todo este año y diariamente, aunque yo esté lejos, puedas en cada uno sentir mi cercanía.

 

Contradicciones

Contradicciones

        ¿Por qué serás que basas muchas de tus esperanzas en mis contradicciones?, me preguntabas con esos ojos picarones de quien conoce perfectamente la respuesta.

Capricho

Capricho

         Es sorprendente lo que yo llamaría radiografía del capricho, especialmente en estos días donde la vorágine consumista se apresta, especialmente por esas convenciones sociales, a hacer de las suyas. Convivimos el día a día de nuestra vida con los picos, más o menos soportables, de nuestros deseos, pero...¡sobrevivimos!

          Un día, sin saber cómo, surge y toma formas en nosotros el capricho, puede ser por una recomendación de un amigo, por un anuncio que nos sorprende, por una imagen que se nos evoca, ...y se convierte en un deseo que nos acucia, que nos absorbe,...¡ya no seremos feliz hasta que tengamos ese capricho! Y sin apenas conocerlo sin haber escuchado hablar antes de él, ahora se convierte en la fuente primigenia de nuestros deseos, en el objeto único de nuestros anhelos y en el centro de nuestra vida. Ese algo preside nuestros sueños y, con más razón nuestros despertares. Desconocemos cómo pudimos vivir antes sin ello, porqué ahora se ha hecho tan insustituible, cómo en nuestra vida hay un antes y un después a ese momento.

       Y, cuando me miro al espejo, yo que me creía tan diferente a todos esos que corren en pos de algo que les llene, me he contemplado igual a ellos, incompleto, deseoso,... Podías aconsejarme, probablemente con simpleza, que no me atormente que teniendo en cuenta estas fechas, tengo la ocasión de pedirlo en mi carta a los Reyes, que probablemente no sea tan caro y pueda conseguir colmar y calmar mis ilusiones a partir del día 6 de enero.

           Pero no, ¡es mucho más complicado de lo que imaginas! No es algo que se pueda adquirir, ni siquiera tiene precio y su valor es tan incalculable..., como que ese anhelo... ¡eres tú!

Méceme

Méceme

Méceme,

en la quietud de tus olas.

Envuélveme,

en los besos de tu aire.

Cúbreme,

con la seda de tus caricias.

Dórame,

con los rayos de tu pasión.

Suéñame,

en la mejor de tus fantasías.

Esfúmame,

el rastro de mis miedos.

Confúndeme,

contigo que ya eres yo.

Ámame,

la mitad de lo que yo te quiero.

Y con todo eso, tan simple,

seré inmensamente feliz.

Dos amigas

Dos amigas

        Desde que éramos casi adolescentes mis ojos se fijaron en tu piel, en esa blancura brillante con la que me deslumbrabas. Nuestras miradas empezaron a besarse en el aire sin que supiéramos muy bien el por qué. No estábamos preparadas para ello, ni tampoco para decirnos adiós cuando la vida impulsada por el entorno nos separó. Y sufrimos el desgarro de la distancia unido a esos otros desgarros inconfesables en que nos sumieron los "bienpensantes".

         Pero un día, siempre hay que confiar en esos regalos sorpresas de la vida, nos volvimos a encontrar. Ahora podíamos ser nosotras mismas... Aquella timidez inicial del reencuentro no tardó en ebullicionar todo aquellos sentimientos dormidos durante tantos años. Y las miradas dieron paso a sonrisas, éstas nos acercaron hasta que nuestros cuerpos mutuamente electrizados necesitaron su cercanía. La habitación rebosó de caricias, primero con la levedad con que lo hace las alas de una mariposa, luego con esas otras de  violencia creciente y gustosa que produce la pasión provocando placeres de imposible descripción.

         Nuestros labios mezclaron lo mejor de sus sabores. Mis dedos en lento devenir acariciaron y moldearon tus pechos y me gustó,por primera vez, el sentir entre mis dedos unos pechos tan redondeados y diferentes a los míos, lo que me lo hacían más gustosos. Me excitó el contemplar desde arriba tus piernas abiertas para mí y en medio tu deseada rendija cuya humedad, saliendo al exterior, era reflejada por la luz de la lámpara. Mis labios se acercaron a gustar el dulzor de tus interioridades hasta que sentí como te agitabas con temblores de placer que acompasaron tus gemidos.

         Ahora, sólo nos queda abrazarnos muy juntas, cerrar los ojos y dormirnos sabiendo que el amanecer de mañana será el comienzo de una nueva vida en que vamos a sentirnos mucho más cerca y, probablemente, más vivas.

Hoy es buen momento...

Hoy es buen momento...

...para, aprovechando la luz de la mañana, colarme por ese resquicio, que dejas habitualmente abierto entre las hojas de tu ventana para que entren las ráfagas de aire nuevo. Ayer tu vida se introdujo en la noche hasta esas horas en que los murciélagos ya bostezan y cuando te acostaste el peso, de tan largas horas de vigilia te hundió con rapidez entre las sábanas.

    Es buen momento para colarme en la habitación y disfrutar de la quietud que tu sueño imprime al ambiente. Escuchar el rumor sonoro y lentamente acompasado del aire, que expulsas acariciando la roja carnosidad de tus labios que se descuelgan con levedad. Admirar esas curvas naturales que dibujan mimosas las sábanas y que destacan sobre la planicie del colchón. Acariciar con mi mirada tus hermosos cabellos negros encrespados graciosamente por los involuntarios movimientos del sueño, que trazan líneas oscuras caprichosas sobre tu rostro. En tu cara destacan la galanura de tus pestañas que con abrazo avaricioso se cierran sobre sus colegas  inferiores para proteger con mimo a tus ojos, siempre vivos, de cualquier resquicio de luz.

     Deslizo hacia abajo con movimientos de brisa las sábanas y el espectáculo de tu cuerpo armonizado, desprovisto de esas telas que te atan para dormir, hace tañer toda una melodía en mi interior. Mis manos se acercan a ti y sin tocarte, para no romper el estatismo de tu imagen, te acarician de pies a cabeza, mientras un placer silencioso me devora por dentro. Me deleito mucho tiempo en esta labor, hasta que guarezco de nuevo tu cuerpo bajo el diseño protector de las sábanas.

     ¿Es cosa mía? Pareces sonreirme desde tu sueño...atrapo al instante esa sonrisa y, aprovechando el impulso de sus alas, salgo por el resquicio en que entré, y vuelo hasta más allá de las estrellas.