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AIRES ABIERTOS

Con mi escritura...

Con mi escritura...

...quiero combinar letras, elaborar palabras y trenzar ideas que se abracen en torno a ti. Me gusta que reposes en ellas, desprendida de esos lastres que enmarañan tu vida cotidiana, y remansen suave y dulcemente tu ánimo. Ojalá que encuentres en ellas ese rincón que alivie tu tensiones, despierte tu imaginación, avive tus ilusiones, excite tus rutinas y alimente tus deseos...incluso esos que mantienes más recónditos.

Anhelo que en mis palabras escuches mi corazón que te habla , sólo a ti transformando nuestra conexión en íntimo diálogo y en un cauce fluido que vaya directamente a tu yo más profudo y sustituya, en lo posible, a toda esa comunicación de miradas, gestos, sonrisas, caricias...que la distancia nos impide. Con tus palabras, así mismo,  vas logrando convertirme en parte de ti y te puedo asegurar que ese beso con el que siempre me despides es mucho más cálido y apasionado que esos otros cotidianos, casi forzados, que quedan prendidos en mis labios por efímeras pinzas, lo que produce que en seguida se desprendan.

Cara limpia

Cara limpia

Hacía mucho tiempo que no nos veíamos y cuando te vi me llamó la atención ver tu "cara limpia", sin rastro de maquillaje ni pintura. Pareciste advertir mi relativa sorpresa porque me dijiste:

-Aunque me suelo pintar habitualmente un poco, hoy decidí que era mejor no hacerlo porque al quedar contigo, preferí que cuando nos despidiéramos tú siguieras con tu cara limpia.

No pudo menos que sorprenderme gratamente tu ocurrencia y cuando, tras doce horas inolvidables, nos despedimos comprobé que tenías razón...a pesar de todo yo seguía con la "cara limpia".

Agradeciéndote

Agradeciéndote

        Sí, son muchas las cosas que tengo que agradecerte en estos años en que la vida ha consentido en engranarnos, pero hay un par de ellas que quería destacarte especialmente: desde que te conocí, no he vuelto a saber lo que es la sequedad en mis labios ni la soledad en mi corazón.

Déjame en tus brazos...

Déjame en tus brazos...

...que me acomode en ellos. No digas nada. Estoy harta de todo y no quiero pensar. Quiero olvidarme de esos dolores que me acechan por la mañana y profetizan mi desgaste. No quiero pensar en la comida que tengo que preparar, ni en todo lo que tengo que planchar, ni en las historias de mi trabajo, ni en qué cara traerá mi marido cuando vuelva por la noche. Hoy no quiero lamentarme de un pasado gris, ni conjeturar un futuro que, hoy por hoy, lo veo negro; sólo quiero vivir este rato del presente...a tu lado.

        Desprendámonos de todo ese mundo que está fuera de nosotros, empezando por nuestras ropas en las que llevamos prendidas tanto de la costumbre y de nuestra mediocridad. Una vez que te abrace con mi mirada, que haya provocado tu deseo, déjame que cierre los ojos...¡estoy tan cansada de sostener este corazón de a medios latidos! Y conviérteme en títere de tus dedos. Hoy no me resistiré a nada, todo lo contrario. Haz de mí lo que quieras, no lo que creas que a mí me gustaría, simplemente lo que a ti te apetezca hacer de mí y de mi cuerpo. Espolvoréame con el olor  a melocotón dulce que desprende tu sexo y arráncale a mi piel, acezante de tus caricias, estertores placenteros. Estoy seguro de que así, dejándome laxa en tus brazos, como si fuera sólo parte de ti, voy a disfrutar como nunca hubiera imaginado. Abre tus brazos...¡soy toda tuya!

La hora de pensarte

La hora de pensarte

 

          Cada día, en ese momento en que los tonos pasteles del cielo devienen en oscuridad y en la que los últimos trinos se silencian, llega la hora de pensarte. Mis huesos se relajan tras el ajetreo del día y el cansancio acumulado se aposenta sobre la superficie del sillón. Cierro los ojos…y ¡te veo! Me dejo iluminar por el brillo siempre nuevo que me dirige tu mirada. Mis dedos se cargan de vida mientras recorren con curiosidad de ciego los rasgos de tu cara, moldean los ángulos sedosos tu rostro y se dejan cosquillear por tus pestañas, alborotan tus cabellos y dibujan con esmero el perfil jugosamente húmedo de tus labios, estilizan tu cuello y juguetean con tus orejas.

            Tu blusa se desprende como si volara con alas de mariposa y deja al descubierto tus pechos, lindamente aureolados en su centro, sabrosones y que oscilan mecidos por el vuelo de aire. A mis manos que descienden por esas curvas de seducción  les gusta captar esas durezas puntuales dirigidas hacia mis labios, que se cierran, alternativamente sobre ellos, saboreándolos con ese regusto dulzón que siempre tienen. Mientras la lengua salivea, mis manos coronan tu espalda y recrean tus nalgas, solazando tu ombligo con mi dedo meñique. Desciendo buscando el más arrebatador de tus olores hasta saciar la sed con el más exquisito de tus fluidos. Las campanadas del reloj me avisan del final de esa hora.

           Esta noche, no me ha gustado el cambio de hora, porque la espera se me hizo muy larga hasta que llegó la ansiada hora de pensarte.

 

Discrepancia

Discrepancia

       Sabes que coincido contigo en casi todo, lo que no evita el que tengamos alguna discrepancia. Por ejemplo, cuando tienes esa seguridad tan grande de a donde nuestros caminos nunca nos llevarán. Yo cada vez estoy menos seguro de todo, a estas alturas sólo lo estoy de ti y de mí.

Junto a ti

Junto a ti

        Estoy tan acostumbrado a tenerte en la distancia, que esos escasos momentos que disfruto contigo se convierten en fragmentos de eternidad.

Tras tu estela

Tras tu estela

 

            Ya que no pude recrear la almibarada dulzura de tu piel entre las yemas de mis dedos, déjame al menos arrastrarme en esa estela cálida que ha producido tu melena, agitándose en el aire, cuando comenzaste a alejarte de mí.

 

No puedo olvidarte

No puedo olvidarte

        No puedo olvidarte… desde que esta mañana estuve a tu lado y disfruté de la vista de tus redondeces, perfectas y doradas por el sol. Te descubrí por casualidad y la sinuosidad preciosista de tus formas, sin rugosidades que interfieran la caricia deseosa de mi mirada, ha disparado todas mis ansias y excitado cada una de mis células sensitivas. Me atrae especialmente esa sutil hendidura, oscura y atrevida, que atisba la entrada al “no se sabe qué” y que está ornada a ambos lados por  esos dos curvos, atractivos y apetitosos abultamientos.

            No creo que durante mucho más tiempo pueda reprimir esos impulsos de hacerte mío, mi inclinación por ti toma aspectos tan acuciantes que deforman mi quietud.

            Te deseo…    (sigue)

 

 

Algo de ti

Algo de ti

(Fotografía de Chris Maher)

       Ya sé que no me pertenecía, pero no pude remediarlo y tras estar a tu lado y degustar tu dulzura me llevé conmigo una parte de ti, probablemente la más sabrosa. No intentes recuperarla, porque para ello tendrías que venir hasta donde estoy y no te aseguro, entonces, que esa parte que me llevé de ti no aumente todavía más.

Aquel rincón

Aquel rincón

      Nunca pensé que al volver a pisar aquel rincón, después de todos estos meses, en el que aún se respiran brozas de nuestra antigua presencia, pudiera disfrutar de la sombra acogedora de esos árboles frondosos. Tus lágrimas, derramadas aquel día, regaron la tierra, vigorizando sus ramas que, desde entonces, se alzan anhelantes hacia el cielo.

Con alas

Con alas

        He desempolvado esas alas que me regalaste y les he sacado brillo. Todos los días las uso un poco para sobrevolar los malos ratos, las inquietudes adheridas, los inconvenientes cotidianos y las ilusiones fallidas. Las cuido y las mimo como un precioso regalo, pero mañana todo será diferente, me desnudaré, dejaré aquí todos mis lastres y armada sólo con ellas volaré hasta ti. Quiero que me acunes en tus brazos y llevar a cabo todos esos deseos desarrollados durante todo este tiempo en que la distancia ha sido nuestra principal enemiga.

           Olvidaremos, por unas horas, el pasado y no pensaremos en el futuro, aceptaremos el regalo del presente y disfrutaremos el que nuestros corazones vibren al unísono a la sombra de mis alas.

Sueño...

Sueño...

...con respirarte y tenerte tan cerca que se confundan las caricias de nuestros olores.

Cuestión de extremidades

Cuestión de extremidades

 

-Hay que ver cómo eres. Esta noche, cuando acercaba mi pie al tuyo, lo retirabas-le dijo ella al despertar.

-¿Por qué no pruebas, alguna vez, a acercarte con la mano?- respondió él.

          Y sin quebrar el silencio, que inundó la habitación, ella se levantó para comenzar el día.

 

Visitando nuestro jardín

Visitando nuestro jardín

       Hoy acompañando a mis pasos he llegado hasta nuestro jardín, ese en el que dejaste colgada tu presencia el dia que lo visitamos.  Esa luz brillante que precede al atardecer arrancaba destellos por todos sus rincones y me volví a sentar en el mismo sitio donde la última vez estuvimos sentado.  Mientras tomaba un café preparé mi mente para enhebrar sueños. La sombra del naranjo me protegía de los rayos solares mientras sus hojas parecían estornudar con el movimiento del aire. La brisa acarició mi piel y yo entrecerré mis ojos...

            Podía distinguir tus formas ausentes sentada a mi lado y el olor que desprendía tu piel que competía, venciendo, al olor de los jazmines y el brillo de tus ojos vistiendo la desnudez de mis sentimientos abiertos ante ti en canal. Al agitar mis dedos podía sentir la piel suave de tus manos que en aquella tarde de caricias quedó adherido a ellos. Y mis ojos...

Mis ojos se repartían entre tu escote y tus labios. Aquella abertura preciosa que dejaba al descubierta tu piel morena y que tus movimientos cadenciosos hacían oscilar graciosamente tus hermosos pechos, adornados con apetitosos lunares, que parecían dar ritmo a nuestro encuentro.  Tus labios, abullonados, brillantes por la dulce pátina de tu saliva se curvaban continuamente en una sonrisa que dejaba entrever tu hilera de dientes. Un sorpresivo impulso atrajo mis labios hacia los tuyos, se creyeron osados robándoles su dulzor, pero se sorprendieron cuando lo entregaste, generosa, sin resistencia alguna.

Un leve campanilleo proveniente del alegre cimbreo de las flores de un pacífico, me despertó de mi ensismamiento. Apuré la taza de café, ya frío, y salí del jardín despacio, como para no romper el encantamiento, y con esa sensación vespertina de que habías roto mi soledad. Al paladear mis labios, todavía podía notar el sabor intenso de los tuyos...

Con-jugando

Con-jugando

       Con gesto decidido se quitó el flequillo de la cara. Afiló el lápiz, se le hacía extraño, después de tanto tiempo, el tacto de su superficie en la yema de los dedos. Apoyó la fina punta sobre el papel en blanco, muy despacio, y, al fin, se decidió a escribir con letra casi caligráfica:

Yo amo

Tú amas

Él ama

Nosotros amamos

Vosotros amáis

Ellos aman

     Se miró al espejo que tenía enfrente y esbozó una sonrisa de satisfacción, al comprobar, que todavía, habiendo llegado a una edad madura, era capaz de conjugar en presente el verbo Amar.

Surcando el mar

Surcando el mar

 

     Aún me pregunto cómo, sin saber nadar, he podido surcar, sin problemas, a través del mar de tus lágrimas hasta arribar a la tierna placidez de tu orilla.

 

Estoy deseando...

Estoy deseando...

 ...que llegue ese instante del día en que alborotas mi atardecer con la llegada de tus pies descalzos. Disfrutar de cómo disuelves su cansancio en el agua y los mimas con la suavidad de la toalla. Sentarte a mi lado, en el sofá, y mientras reclinas la cabeza dejando pender tu melena, engalanada por esas primeras canas reflejo de todo lo ya vivido, recibirlos sobre mis piernas y dejar que mis manos lo acaricien sin prisas, juguetear con esos dedos y vestir su desnudez con mil sensaciones. Notar como tu cuerpo va perdiendo sus tensiones y te vas desprendiendo de todo aquello que enturbia tu ánimo, mientras tu espíritu se barniza por el sosiego. Captar como, poco a poco, te vas abandonando al leve zigzagueo de mi caricia hasta caer rendida por el sopor embriagador del reposo. Y, finalmente, dejar que ese silencioso rumor me contagie y me introduzca en el sueño para fundirme contigo en medio de él.

Lléname la copa

Lléname la copa

   Ahora que estás a mi lado, lléname esta copa de… 

-el fuego de tu mirada, con el que abrasas mis entrañas

-la dulzura de tu voz, que da melodía a mi jornada

-la miel de tus labios, con la que endulzas mi saliva

-el jugueteo de tus dedos, con el que enloqueces mi melena

-la suavidad de tu piel, que nunca me canso de recorrer

-tus silencios, ricos en ternura

-el sabor de tu sexo que engalana mis deseos

-tus caricias, artesanas de mis placeres

-el sonido de tus pasos, que alerta mi excitación

 

…así cuando estés lejos de mí, la tomaré entre mis manos, la acercaré a mis labios y paladearé su contenido con suma lentitud, hasta conseguir captar en ella el sabor a eternidad de tu cariño.

Fusión

Fusión

    Arrojó su vestido, de cualquier manera, sobre una silla. Su cansancio no le daba para más. Y desnuda se tendió sobre la hierba del jardín que, en esta noche de luna llena, pareció abrazarla tomando sus formas. No había parado en todo el día y su cuerpo se resentía del esfuerzo realizado.

 

            Hacía calor, a través de sus pestañas semicerradas pudo atisbar las gotas brillantes de sudor que, a semejanza de pequeñas perlas, cubrían todo su cuerpo. Era la hora, ella estaba preparada…Él debía estar a punto de llegar y el anhelo de que llegara cuanto antes se tornó en desesperación. ¿Por qué tardaba tanto? Ella cerró los ojos y como queriendo atraerlo antes de tiempo, deslizó muy suavemente sus dedos en torno a sus pechos.

 

            Sin hacer ruido, el entró en tan silencioso como la brisa y, casi sin darse ella cuenta, fue deslizándose, invisible, hasta esa figura deseosa. Poco a poco fue relajando aquel cuerpo, sus extremidades quedaron laxas, una extraña sensación la recorrió por entero hasta que al fin, la penetró profundamente haciéndola suya. Fue, entonces, dominada y fusionada por ese sueño que, era a quien ella esperaba, cuando quedó profundamente dormida y respiró suavemente.