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AIRES ABIERTOS

En tu estela

En tu estela

(Óleo de Julio Puentes)       

     Hoy he dormido mal pero me he despertado tiernamente envuelto en pompas de jabón que me sostenían en el aire y es que he soñado contigo, durante esta noche, como no lo recordaba desde hacía tiempo. No me extraña que ese deseo acumulado de tenerte entre mis brazos y que el tiempo se encarga de dilatar tan caprichosamente, se haya anclado de tal manera en mi inconsciente y produzca estos sueños tan maravillosos y esa sensación, con la que me levanté, de haberme pasado toda la noche persiguiendo tu estela.

Durante mi somnolencia me ha embriagado el olor almizcleado de tu cuerpo, alborotando todas mis sensaciones. Además he sentido, como no puedes imaginarte, el tacto de tu piel, deslizándose suavemente, semejando el zigzagueo de una amorosa sierpe a lo largo de todo mi cuerpo. He estado, toda la noche, disfrutando de caricias inimaginables desprovistas de cualquiera de esos límites que brotan en nuestros encuentros. Y es que en esta noche, con el brillo externo de una luna blanca y menguada, tenia mucho que ganar y nada que perder.

         Lo mejor ha sido, cuando al abrir los ojos me he sentido ebrio de ti y al enfrentar mi desnudez al espejo he visto claramente que tus dientes, como signo de tu conquista sobre mí, han quedado señalados a fuego sobre la piel de mi pecho.

Uno de marzo

Uno de marzo

Nunca le había gustado el invierno, no tanto por él, sino por ella. Siempre había sido muy friolera, y en esos meses, sus manos y su nariz parecían carámbanos y hasta sus palabras se helaban en los vahos sinuosos del aire. Siempre iba abrigada hasta extremos inconcebibles: camiseta termolactil de manga larga, blusa de franela y jersey de lana gorda, por no decir esos días en los que además se colocaba el pijama.  Por debajo aparte de las bragas grandes, faja gruesa, pantalón interior ceñido sobre el que se ponía un pantalón de pana que acababan en pies con calcetines de nieve que desaparecían en gruesas botas. Todo eso implicaba que el acceso al cuerpo de ella fuera tan trabajoso, que se convertía en tarea tan imposible como el conseguir un préstamo bancario en época de crisis.

No era extraño que durante esa época los días le parecieran grises y tupidamente opacos con un tono de penalidad que se solía iniciar en el otoño. Pero aquel día se presentaba diferente. Era el uno de marzo y se había despertado optimista. Hoy el barrio se engalanaría con colores. Tras dos largos meses de rebajas en que los escaparates exponían sus ropas de invierno, grises, pardas y negras, la vista ya estaba hastiada de tanta cerrazón acrílica y algodonosa. Al fin, habían terminado las rebajas de invierno y como si aquella noche un hada hubiera transformado luminosamente el barrio con un amanecer de arco iris, ahora, tras los cristales de las tiendas asomaban seductores vestidos de finas tiras y escotes tentadores de sugerentes tonos primaverales: colores pasteles, amarillos, rosas, verde pistacho…

            Entró en la lencería donde largos camisones de paño y pijamas gigantescos, habían dejado paso a escuetos camisones de seda transparente y conjuntos de hermosos y elaborados encajes. Pidió uno de color champagne que había atraído sus ojos. Recién llegado de la temporada, le dijo la dependienta.

Cuando llegara a su casa, ella lo estaría esperando, eso sí aparte de las velas que diseminaría por todo el dormitorio, situaría tres calefactores encendidos apuntando hacia la cama. Pero a él no le importaba sudar, porque esa era la fecha en que su prima, de quien tan primitivamente estaba enamorado, le estaría esperando y se dejaría dibujar su cuerpo con aquel regalo que todos los años le hacía en este día: el primer primor de la primavera.  

 

Figuras literarias

Figuras literarias

      Hablábamos sobre figuras literarias y le dábamos formas con palabras inusuales a distintos objetos.

-Por ejemplo tu cama- dije espontáneamente-se podría definir como un manantial solitario de lágrimas secas.

      Me miraste silenciosa, mientras yo me estremecí al ser consciente de que tu cama es exactamente la misma que la mía.

El museo

El museo

        Nunca me ha gustado visitar los museos por lo que tienen de observación descarada de lo ajeno. Pero este museo era diferente, disfrutaba en él, ya que su interior encerraba cosas que, de alguna forma, han ido formando parte de mí:

-la colección completa de miradas deseosas con las que siempre vestías mi desnudez

-el catálogo de caricias con que descubrías cada uno de mis rincones

-esa sala sin luz artificial, perennemente iluminada por la luz de tus ojos

-tus palabras envueltas en sobres de papel que yo esperaba ansiosa a la llegada del cartero

-esos escalofríos que recorrían mi cuerpo cuando que te veía

-ese puñal brillante con el que hábilmente aniquilabas, cada vez que lo necesitaba, a mi soledad.

-los frascos con el sabor meloso de tu saliva

-esos torbellinos invisibles de ánimo que a modo de collares preciosos me imponías cada mañana para seguir el día

-los relojes cuyas agujas deteníamos cuando estábamos juntos

            Me gustaba pasear por aquellas salas, siempre solitarias y dejar que el eco de mis tacones al rebotar con aquellas paredes me hicieran sentir aparentemente, cómo cuando estaba contigo, acompañada. Al principio acudía a aquel rescoldo del recuerdo de una manera habitual, la entrada a aquel edificio era gratis. Me sentía a gusto en su interior, en el invierno me protegía del frío y en el verano del sofocante calor. Pero un día empezaron a cobrar la entrada y aquellas visitas se fueron espaciando, hasta que se redujeron a algún aniversario o momento esporádico del año.

            Con el tiempo pensé que mis derechos sobre aquel museo aumentarían y, efectivamente, conseguí una llave para abrir la puerta. Ahora el problema es otro, tengo la llave, pero ha desaparecido la puerta y todo su exterior está rodeado de un muro sin fisuras. Ya no tengo forma de entrar a visitar el que se ha convertido ya en un añorado e inalcanzable museo.

 

Me has dado alas...

Me has dado alas...

..esa vez que me miraste, al rato de hacer el amor, para decirme que ya se me veía “mayor”, que qué hacía todavía desnuda y me pusiera “algo”

…cada vez que esperándote me he desesperado y no me cogías el móvil, llegando a casa con ese olor a perfume que yo nunca me habría puesto

…cuando en el día de nuestro aniversario, que olvidaste, hemos salido a comprar contigo un detalle para una compañera que era su cumpleaños

…esas mañanas que despertaba anhelando tus caricias y con un beso al aire, saltabas de la cama porque tenías muchas cosas que hacer

…esas noches que me hubiera gustado desparramar el peso de mi cuerpo sobre el tuyo y te girabas, dejando a la vista manchas de carmín, porque había sido un día agotador

…cuando el deseo de que tuvieras unos oídos atentos  se transforma en observar unas simples orejas que están taponadas ante tu indiferencia

….en esos extraños ratos que hemos estado pegados uno junto al otro y bostezabas diciendo,…ya me estoy aburriendo, vamos a terminar

…cada vez que abres la boca para no decirme nada

         En cada uno de esos momentos he ido trezando, con paciencia artesana, el plumón y preparándome estas alas invisibles que ahora llevo colocadas a mi espalda Ya estoy preparada para saltar al vacío y volar más alto de lo que nunca imaginé. ¿Y tú te extrañas? Cuando has sido tú, precisamente, quien me ha dado alas.

La foto

La foto

           Me gusta esa forma que tienes de contemplarme con la mirada deseosa desde tus ojos dulces y escucharte esas palabras tiernas que tu voz de cadencia suave emite al aire. Admiro la forma en que intentas acariciar el aire en búsqueda de mi cuerpo invisible y como gestualizas tus labios para atrapar aquellos labios míos, entonces tan deseosos como ahora imposibles.

            Lo único malo es que no puedo hablarte desde donde estoy,  para poder decirte, cómo lamento tanto, el que perdieras la oportunidad de hacerme todo eso, que haces ahora con mi foto, mientras yo estaba viva.

 

Estoy hastiada

Estoy hastiada

(dibujo de Aires)

…de vivir de esta manera. De no poder enseñar tu foto en mi cartera, ni poder posarla en la mesa de mi oficina. De verte siempre acicalado y nunca en zapatillas. De no poder celebrar nunca contigo los cumpleaños. De que el reloj dirija dictatorialmente nuestros encuentros. De no poder disfrutar de ti cuando llegan tus vacaciones. De esas desapariciones, casi fantasmales, cuando estamos chateando. De dudar tres veces siempre que te llamo al móvil y…al final no poder hacerlo. De que cada vez me hieran más tus adioses de lo que me sanan tus holas. De anegar con mis lágrimas las largas épocas de tus obligadas ausencias.

            Ya sé que soy la “otra”,  y que quien manda es la “jefa”, pero ya he sufrido bastante para no tener culpa más que de dos cosas: la primera es amarte demasiado y la segunda el haber subido con retraso al tren que me condujo a la estación de tu vida. Esto no puede seguir así… Sí, estoy terriblemente harta, pero… sigo esperándote que me llames ¿podrás esta noche?

Besuqueos

Besuqueos

      Hoy he necesitado traer el recuerdo de nuestro primer beso. ¡Qué diferente es dárnoslo ahora cuando ya el peso del tiempo ha ondulado nuestras arrugas, que llevamos con orgullo. de aquellos  primeros besos que dimos a otros, cuando el acné intentábamos ocultarlo de nuestras mejillas! La vida ha ido dibujándonos el ánimo y nuestra capacidad de cariño con los años y aquel día en que, por fin, nuestros labios se encontraron frente a frente, no dudamos ni un solo instante.

        Nuestros ojos se abrazaron mutuamente, mientras nuestros cuerpos se acercaban. Estábamos tan cerca que era capaz de saborear el aire que expulsabas por la boca. Nos sentíamos envueltos en mutuo cariño, cuando un halo de ese perfume que usas y me enloquece pareció darme el último empujón hacia ti. Mis brazos rodearon tu cuerpo y mis manos escarbaron tu blusa para que las yemas saborearan esa deseosa piel. Cada apretón excitaba todos mis rincones y deseaba que esa adherencia mutua se prolongara en el tiempo sin medida.

         Y fue, entonces, cuando paladeé el más maravilloso sabor que jamás había probado: el de la humedad de tus labios. El contacto fue inicialmente suave, como si temiéramos romper un cristal muy frágil.  Saboreamos superficialmente cada milímetro y la humedad producida se entremezcló en una sinfonía de sabores. Nuestros labios se apretaron y, abriéndose, buscaron respirar en la boca ajena. Aquel primer roce leve se convirtió en un choque pasional en que nuestros labios estuvieron a punto de ahogarse placenteramente en saliva. Sentí entonces tu lengua que exploraba el interior de mi boca...

           Lo siguiente que recuerdo es la mascarilla de oxígeno puesta en mi boca y los sanitarios preguntándome si estaba bien....¡Hacía demasiado tiempo que no me daban un beso como ése y se ve que había perdido la costumbre!

Dejaros de pamplinas...

Dejaros de pamplinas...

(dibujo de Aires)

..."yo no quiero que me regaléis nada! ¿Para qué quiero esos guantes? No necesito cubrir mis manos, sino la ansiada piel del hombre que quiero para acariciarla con ellas. ¿Otro pañuelo para el cuello? Tengo mi armario lleno de ellos, prefiero lencería fina que adorne mi cuerpo y que él me arranque con los dientes. ¿Un mp3? Prefiero dejar mis oídos libres para cuando pueda llegarme el tono mimoso de sus palabras. ¿Un libro lleno de letras? Luego las borraré todas y me dedicaré a escribir en sus páginas en blanco todo lo que me gustaría decirle si lo tuviera delante. ¿Un aceite corporal? Nunca será la misma sensación si yo me lo pongo que si él me lo unta con sus caricias. Me da coraje rasgar tanto inútil papel de regalo, deseo más dejar su cuerpo al aire y a la vista de mi mirada ávida..

      Y encima, después de darme esta porquería de regalos, brindar con champagne. ¿Para qué? No tengo motivos, porque él se encuentra lejos, pero lo que sí sé es que el día que estemos juntos , para celebrar esa "fiesta", bastará brindar con nuestras salivas meladas y mezcladas..."

        Todo esto estaba dispuesto a decir, este año, en voz alta Sonia cuando le dieron sus regalos, pero de su boca solo escuchó que salía un tenue: "Muchas gracias".  A continuación dejando los paquetes allí mismo se dirigió a su cuarto y tras cerrar las puertas lloró con amargura.

Tomando el pulso

Tomando el pulso

(dibujo de Aires)

-¿Estás seguro de que "ahí" se toma también el pulso? Lo que sí parece que es más lento que en la muñeca porque llevas ya más de una hora con la mano puesta encima de mi culo.

Cambio de imagen

Cambio de imagen

    Era la primera vez que me dejaba la barba. Iba a verte después de muchos meses y, preparando ese encuentro, estuve dudando de si afeitarme o no. Decidí que no, aunque no sabía si te gustaría o no. Mi incertidumbre se esfumó en el aire cuando te tuve a mi lado y la mimosa caricia de tus uñas sobre los pelos de mi barba, lenta e insistente, me arrancó sensaciones nuevas nunca vividas. Lo tuve claro desde ese mismo momento: mi barba negra, adherida a mi cara, tendría paciencia y tiempo de convertirse en blanca.

Un traje especial

Un traje especial

     Recuerdo nuestra primera noche juntos, a pesar de que dormimos poco, fue inolvidable. Me sentía cargado de euforia cuando, por la mañana, salté de la cama. Ella me miraba, estirada sobre el colchón, con una mezcla dulce de deseo y picaresca. Y no paraba de sonreír, a punto de la carcajada, mirando mis ímprobos esfuerzos. Al fin le pregunté:´

-¿De qué te ríes?

-De que, por mucho que lo intentes, no conseguirás abotonarte. El traje de saliva con el que te he vestido durante la noche...¡no tiene botones!-replicó con ojos chispeantes.

A tu "lado"

A tu "lado"

    Tu presencia silenciosa quebró mi sueño y el rumor próximo de tu respiración excitó mi amanecer. Torpe, acostumbrada a tantas frustraciones mis dedos trataron de encontrarte a mi lado...aún sintiéndote tan lejos. Pero sí, estabas allí, tumbado junto a mí, cuando alargando, levemente,mi brazo exploré bajo tu pijama el tacto anhelado de tu piel. Mis uñas, arregladas la noche anterior, para ese encuentro que nunca se da, arañaron con suavidad tu pecho, perdiéndose en su maraña de pelos, agitaron tus tetillas y danzaron sobre tu barriga, bajaron por tu pubis, ¡buscándote! Pero tu sexo permanecía despistado pendiendo, displicentemente aburrido y desinflado, sobre tu muslo.

     Permanecías estático, a pesar de que yo estaba atenta a la mínima de tus reacciones de respuesta, siempre esperanzada una vez más decepcionada. Mi cuerpo empezaba a arder de un deseo no satisfecho y aburrida del esfuerzo y del desperdigado empeño, abandoné el contacto del tuyo. Mis manos volaron sobre mi piel posándose en su tersura e intentando calmarla, sin importarme si tú eras consciente de ello. Acaricié mis pechos, redondeando sus formas con mis dedos y apretando con fuerza mis pezones. Sentí que mi respiración se aceleraba, la tuya permanecía quieta. Me gustó recorrer la suavidad de mi piel y sentir como los dedos resbalaban como por un cauce hasta mi mágica hendidura.  Agité mis recovecos, mientras tú, ausente del todo, te levantaste sin decir nada al cuarto de baño. Coincidió el sonido del grifo con la intensa sensación de humedad que se me deslizó entre los muslos, mitad placer físico, mitad desangrado síquico. Y mientras mi cuerpo se agitaba , ahora mucho más libre en la soledad de aquel colchón, con movimientos desenfrenados, un gemido largo y de placer brotó de mi garganta, acallado por el ruido del agua de la cisterna que acabas de pulsar.

     Mis lágrimas empezaron a teñir tu lado del colchón, una humedad que no percibirías porque cuando te acostaras, por la noche, volvería a estar seca.

De lágrimas

De lágrimas

       ¡Los hombres no lloran!, me decían cuando era niño y lo aprendí tan bien que no he llorado casi nunca, sólo en aquellos momentos en que la vida se me hizo especialmente difícil de vivir. Y la mayoría de las veces lo hice en esa intimidad solitaria, casi vergonzante, en la que nadie me veía. Hubo alguna otra ocasión en que el fluir de lágrimas se hizo irreprimible y los que las veían lo hacían como algo ajeno a sí, lo que me hacía sentirme más triste.

       Pero ahora es distinto, las cosas han cambiado la mayoría de las veces que lloro es de alegría y por primera vez en mi vida sé que dispongo de tu hombro donde apoyar la cabeza cuando me apetezca derramar mis lágrimas. Y lo más maravilloso es saber que ese día, en que eso ocurra, el fluido lento de mis lágrimas deslizándose por mi mejilla se mezclarán con la dulzura acogedora de la saliva que posará en ella tus labios.

Hablando desde la bañera

Hablando desde la bañera

       Hacía algunas horas que no sabía de ti y aquel tiempo me parecía una eternidad. Sin poder aguantarme y no importándome ser desvergonzadamente pesado, te llamé al móvil. Iba a excusarme preguntándote que te apetecía que te regalara por tu cumpleaños. Me contestó tu voz siempre acariciadora y no tardé en darme cuenta, al escuchar el chapoteo, de que te encontrabas en la bañera. Me invadió un deseo irrefrenable de estar contigo e imaginé las líneas de tu cuerpo que tantas veces había diseñado, lo mimosamente ornadas que estarían por los  caprichosos pegotes de espuma blanca. 

       Te confesé mi excitación y como si mis palabras actuaran como un detonante, empezaste a acariciarte con fruición. A mis oídos llegaba la agitación, que el movimiento de tu mano, producía en el agua, podía sentir cómo la humedad de tu cuerpo se deslizaba, arriba y abajo, por la superficie de la bañera. Agucé el oído y mientras acariciaba tu oído con la leve suavidad de mis palabras, no tardé en escuchar, primero cómo se agitaba tu respiración y seguidamente tus gemidos que iban aumentando de volumen. Siempre me había excitado como huías del silencio cuando te calentaba. Aquellos gemidos, se aceleraron, y en un determinado momento se convirtió en un grito desgarrador que acabó súbitamente en un gluglu que sonó al otro lado...luego la linea ¡se perdió! No fue difícil darme cuenta que habías desaparecido toda tú bajo el agua...móvil incluido. ¡Ya sabía que regalarte!

Sobre la rama

Sobre la rama

(dibujo de Aires)

      Invítame a dejar este aletear nervioso que surca el viento y  a posarme sobre la rama de tu piel. Sosiega mi espíritu inquieto con la cercanía de tu cuerpo. Quiero aprehenderme con ternura a las líneas que trazan tus formas en el aire. Que el murmullo de mi corazón contagie cálidamente la savia de tu interior. Déjame protegerte del sol y la lluvia, acurrucándote en la sombra de mis plumas. Y así, que cada mañana la melodía de mis trinos sea capaz de anunciarte la llegada de una nueva primavera.

De la mano

De la mano

(dibujo de Aires)

      Me gusta sentir tu mano agarrada a la mía, cómo revistes mis desnudeces, y cómo tus dedos la rodean y la aprietan con esa mezcla de fuerza y ternura. Sentir el calor amigo de tu piel, tu presencia cercana anclada, a través de nuestras palmas y dedos, a mi persona. Andar a tu mismo paso, aunque mis piernas sean de distinto tamaño a las tuyas, ver como nuestras velocidades se acomodan hasta igualarse en nuestro paseo por la vida. Escuchar como el chapoteo de nuestros pies se confunden en los mismos sonidos. Sentir como la presencia de tu cariño ha desterrado mis soledades.

Y sobre todo, ¿sabes que es de lo que más disfruto? De saber que desde hace mucho tiempo caminamos por la vida, juntos, sin desviarnos un ápice, y en la misma dirección.

Nuestro rincón

Nuestro rincón

     Hoy quería hablarte de nuestro rincón... No tiene puertas por las que entrar, ni ventanas por las que asomarse. Su techo son las estrellas. Su suelo es un manto de colores de primavera que alterna con tonos otoñales. En su aroma se mezcla el aroma del azahar con los olores del almizcle y las fragancias del Iguazú. No hay lugar donde sentarse ¿para qué si cuando estamos allí nunca estamos cansados? La sonrisa de tus labios me permite acunarme en sus formas. En vez de oxígeno el aire está cubierto de ternura y la luz que ilumina, hasta los últimos resquicios, procede de tus ojos. Allí no hay nunca gestos equivocados, sino siempre adornados por mimos. No se fabrica nada útil, sólo caricias que se pierden en la piel del otro nada más brotar. Es un lugar donde no existen el tiempo, los relojes están prohibidos; en el que un silencio expresa más que mil palabras; es el sitio donde más a gusto me siento y en el que el resto del mundo está al otro lado...

      Allí acudo si alguna vez me siento solo y saboreo lo que de ti hay siempre.Te podría contar muchas más cosas sobre él, pero ¿para qué?... si tú mejor que nadie conoces nuestro rincón.

Voy a levantarme

Voy a levantarme

(dibujo de Aires)

       Con estas tres palabras y un beso ingrávido, pendido en el aire, y esfumado, casi antes de emitirlo, te levantaste otro sábado más de la cama. No te gusta que te despierte cuando estás dormido para dibujar caricias sobre tu piel, ni tampoco que un madrugador insomnio trastabille tu sueño. El silencio, sólo quebrado por los leves roces de tu cuerpo sobre la sábana ¡quién fuera sábana!, aniquilaba con su presencia aquellos minutos del amanecer. Llevabas un rato dando vueltas, yo me daba cuenta y permanecía quieta con la excitación creciente y esa expectativa no por más larga menos frustrada. Una vez más echo de menos tu cercanía y tu deseo, que no tu presencia que me revelas vacía de cualquier adorno emotivo. Sé que mi cuerpo no es, ni mucho menos, el de nuestros primeros tiempos y que el reloj ha marcado en él sus arrugas pero mi necesidad ha ido en aumento. Aunque casi perdido en un rincón de mi memoria, aún puedo sentir en mi lengua el dulzor que emitía tu piel. Ansío sentirme deseada, que cada centímetro de mi piel estalle con la explosión de tus caricias. ¡No puedes imaginarte, fruto de este intenso desgarro, los gritos mudos que lanzo al aire sin que tus oídos puedan escucharlos!

         Sabía que esos despertares te alteran y que cuando no puedes dormir, esa sensación de “perder el tiempo” te inquieta. ¿Nunca tienes ninguna ocurrencia fuera de guión? ¿No puedes suponer que el cuerpo que tienes a tu lado está deseoso de esas caricias que le niegas? Pero se puede hacer tarde para todas esas cosas que son “imprescindibles” hacer en  un sábado por  la mañana…

            Eres incapaz de que el reloj pare su marcha, de olvidar el tiempo y de sumergirte conmigo en esos juegos amorosos en los que disfrutemos mutuamente de lo mejor que el otro nos da. Sigue así y al final del día, probablemente, estés contento de que todas tus cosas están convenientemente hechas, pero ignorarás que no has realizado la que para mí, sin duda, es la más importante.

 

Agua dos

Agua dos

 

        Ven, acércate, no te quedes en la puerta. Cuando te dije que quería pasar un buen rato a tu lado ¿qué te imaginaste? ¿Te sorprende? Hombre no pongas los ojos como platos ¿no has visto nunca los pechos de una mujer? Ya veo que para desnudarte no necesitas ayuda, pero no corras, no hay prisa. Tenemos toda la noche para nosotros. ¿Sabes? Me gusta mirarte y dejar que mis ojos aviven mi deseo, cuando se posan por esas porciones de tu cuerpo que vas dejando al descubierto. Disfruto viendo tu sexo con ese manojillo de pelos que lo adorna y que va despertando levemente a mis palabras. No te preocupes en doblar la ropa sobre la silla, tranquilo que, nadie entrará para quejarse de que el cuarto está desordenado. Pasa aquí conmigo, no hay mucho sitio pero cabremos bien los dos. Mete la pierna con cuidado, tampoco es cuestión de que te pegues un resbalón en la bañera. Colócate de espaldas entre mis piernas abiertas, el agua está calentita. ¡Qué a gusto el tenerte tan cerca con tu espalda pegada a mi pecho y tus nalgas duras apretando mi barriga! Déjame abrazar tu cintura con mis piernas. ¡Huy! ¿Qué es esto que he atrapado entre mis pies? Me gusta sentirlo como ahora ya está endurecido y esa imagen que parece un periscopio saliendo oteante del fondo de la bañera. Es como si estuviera intentando curiosear algo. Siempre me ha gustado la forma de tu cuello, tus orejas y…el sabor que tiene que se mezcla ahora con el de la espuma.  ¿Puedo masajearte tu pelo? Lo tienes muy suave y ahora mojado es maravilloso el sentirlo entre mis dedos. No te muevas. ¡Qué duras se te están poniendo las tetillas! Me gusta juguetear con ellas, excitarlas y excitarte, arañar tu pecho con mis uñas afiladas, sumergir mis dedos bajo el agua, primero buscando tu ombligo y luego rodeando tu parte más preciada y que tanto me excita. Noto como te sientes cuando mi mano derecha se cierra a su alrededor e inicia un movimiento de vaivén, primero despacio y luego a más velocidad. Con mi oído en tu espalda noto la excitación en los aleteos de tu respiración y el deseo que me contagias y hace que mi humedad se mezcle, confusamente, con el del agua de la bañera.

            Ahora me estaré quieta. Ya que al ser sordomudo tus labios no hablan, dejaré que lo hagan tus dedos. Vale me callaré que soy una cotorra, pero con una condición: ¡hazme tuya! ¡ya!