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AIRES ABIERTOS

Cosas circulando por fuera

En tu estela

En tu estela

(Óleo de Julio Puentes)       

     Hoy he dormido mal pero me he despertado tiernamente envuelto en pompas de jabón que me sostenían en el aire y es que he soñado contigo, durante esta noche, como no lo recordaba desde hacía tiempo. No me extraña que ese deseo acumulado de tenerte entre mis brazos y que el tiempo se encarga de dilatar tan caprichosamente, se haya anclado de tal manera en mi inconsciente y produzca estos sueños tan maravillosos y esa sensación, con la que me levanté, de haberme pasado toda la noche persiguiendo tu estela.

Durante mi somnolencia me ha embriagado el olor almizcleado de tu cuerpo, alborotando todas mis sensaciones. Además he sentido, como no puedes imaginarte, el tacto de tu piel, deslizándose suavemente, semejando el zigzagueo de una amorosa sierpe a lo largo de todo mi cuerpo. He estado, toda la noche, disfrutando de caricias inimaginables desprovistas de cualquiera de esos límites que brotan en nuestros encuentros. Y es que en esta noche, con el brillo externo de una luna blanca y menguada, tenia mucho que ganar y nada que perder.

         Lo mejor ha sido, cuando al abrir los ojos me he sentido ebrio de ti y al enfrentar mi desnudez al espejo he visto claramente que tus dientes, como signo de tu conquista sobre mí, han quedado señalados a fuego sobre la piel de mi pecho.

Tomando el pulso

Tomando el pulso

(dibujo de Aires)

-¿Estás seguro de que "ahí" se toma también el pulso? Lo que sí parece que es más lento que en la muñeca porque llevas ya más de una hora con la mano puesta encima de mi culo.

Cambio de imagen

Cambio de imagen

    Era la primera vez que me dejaba la barba. Iba a verte después de muchos meses y, preparando ese encuentro, estuve dudando de si afeitarme o no. Decidí que no, aunque no sabía si te gustaría o no. Mi incertidumbre se esfumó en el aire cuando te tuve a mi lado y la mimosa caricia de tus uñas sobre los pelos de mi barba, lenta e insistente, me arrancó sensaciones nuevas nunca vividas. Lo tuve claro desde ese mismo momento: mi barba negra, adherida a mi cara, tendría paciencia y tiempo de convertirse en blanca.

Un traje especial

Un traje especial

     Recuerdo nuestra primera noche juntos, a pesar de que dormimos poco, fue inolvidable. Me sentía cargado de euforia cuando, por la mañana, salté de la cama. Ella me miraba, estirada sobre el colchón, con una mezcla dulce de deseo y picaresca. Y no paraba de sonreír, a punto de la carcajada, mirando mis ímprobos esfuerzos. Al fin le pregunté:´

-¿De qué te ríes?

-De que, por mucho que lo intentes, no conseguirás abotonarte. El traje de saliva con el que te he vestido durante la noche...¡no tiene botones!-replicó con ojos chispeantes.

Hablando desde la bañera

Hablando desde la bañera

       Hacía algunas horas que no sabía de ti y aquel tiempo me parecía una eternidad. Sin poder aguantarme y no importándome ser desvergonzadamente pesado, te llamé al móvil. Iba a excusarme preguntándote que te apetecía que te regalara por tu cumpleaños. Me contestó tu voz siempre acariciadora y no tardé en darme cuenta, al escuchar el chapoteo, de que te encontrabas en la bañera. Me invadió un deseo irrefrenable de estar contigo e imaginé las líneas de tu cuerpo que tantas veces había diseñado, lo mimosamente ornadas que estarían por los  caprichosos pegotes de espuma blanca. 

       Te confesé mi excitación y como si mis palabras actuaran como un detonante, empezaste a acariciarte con fruición. A mis oídos llegaba la agitación, que el movimiento de tu mano, producía en el agua, podía sentir cómo la humedad de tu cuerpo se deslizaba, arriba y abajo, por la superficie de la bañera. Agucé el oído y mientras acariciaba tu oído con la leve suavidad de mis palabras, no tardé en escuchar, primero cómo se agitaba tu respiración y seguidamente tus gemidos que iban aumentando de volumen. Siempre me había excitado como huías del silencio cuando te calentaba. Aquellos gemidos, se aceleraron, y en un determinado momento se convirtió en un grito desgarrador que acabó súbitamente en un gluglu que sonó al otro lado...luego la linea ¡se perdió! No fue difícil darme cuenta que habías desaparecido toda tú bajo el agua...móvil incluido. ¡Ya sabía que regalarte!

Voy a levantarme

Voy a levantarme

(dibujo de Aires)

       Con estas tres palabras y un beso ingrávido, pendido en el aire, y esfumado, casi antes de emitirlo, te levantaste otro sábado más de la cama. No te gusta que te despierte cuando estás dormido para dibujar caricias sobre tu piel, ni tampoco que un madrugador insomnio trastabille tu sueño. El silencio, sólo quebrado por los leves roces de tu cuerpo sobre la sábana ¡quién fuera sábana!, aniquilaba con su presencia aquellos minutos del amanecer. Llevabas un rato dando vueltas, yo me daba cuenta y permanecía quieta con la excitación creciente y esa expectativa no por más larga menos frustrada. Una vez más echo de menos tu cercanía y tu deseo, que no tu presencia que me revelas vacía de cualquier adorno emotivo. Sé que mi cuerpo no es, ni mucho menos, el de nuestros primeros tiempos y que el reloj ha marcado en él sus arrugas pero mi necesidad ha ido en aumento. Aunque casi perdido en un rincón de mi memoria, aún puedo sentir en mi lengua el dulzor que emitía tu piel. Ansío sentirme deseada, que cada centímetro de mi piel estalle con la explosión de tus caricias. ¡No puedes imaginarte, fruto de este intenso desgarro, los gritos mudos que lanzo al aire sin que tus oídos puedan escucharlos!

         Sabía que esos despertares te alteran y que cuando no puedes dormir, esa sensación de “perder el tiempo” te inquieta. ¿Nunca tienes ninguna ocurrencia fuera de guión? ¿No puedes suponer que el cuerpo que tienes a tu lado está deseoso de esas caricias que le niegas? Pero se puede hacer tarde para todas esas cosas que son “imprescindibles” hacer en  un sábado por  la mañana…

            Eres incapaz de que el reloj pare su marcha, de olvidar el tiempo y de sumergirte conmigo en esos juegos amorosos en los que disfrutemos mutuamente de lo mejor que el otro nos da. Sigue así y al final del día, probablemente, estés contento de que todas tus cosas están convenientemente hechas, pero ignorarás que no has realizado la que para mí, sin duda, es la más importante.

 

Agua dos

Agua dos

 

        Ven, acércate, no te quedes en la puerta. Cuando te dije que quería pasar un buen rato a tu lado ¿qué te imaginaste? ¿Te sorprende? Hombre no pongas los ojos como platos ¿no has visto nunca los pechos de una mujer? Ya veo que para desnudarte no necesitas ayuda, pero no corras, no hay prisa. Tenemos toda la noche para nosotros. ¿Sabes? Me gusta mirarte y dejar que mis ojos aviven mi deseo, cuando se posan por esas porciones de tu cuerpo que vas dejando al descubierto. Disfruto viendo tu sexo con ese manojillo de pelos que lo adorna y que va despertando levemente a mis palabras. No te preocupes en doblar la ropa sobre la silla, tranquilo que, nadie entrará para quejarse de que el cuarto está desordenado. Pasa aquí conmigo, no hay mucho sitio pero cabremos bien los dos. Mete la pierna con cuidado, tampoco es cuestión de que te pegues un resbalón en la bañera. Colócate de espaldas entre mis piernas abiertas, el agua está calentita. ¡Qué a gusto el tenerte tan cerca con tu espalda pegada a mi pecho y tus nalgas duras apretando mi barriga! Déjame abrazar tu cintura con mis piernas. ¡Huy! ¿Qué es esto que he atrapado entre mis pies? Me gusta sentirlo como ahora ya está endurecido y esa imagen que parece un periscopio saliendo oteante del fondo de la bañera. Es como si estuviera intentando curiosear algo. Siempre me ha gustado la forma de tu cuello, tus orejas y…el sabor que tiene que se mezcla ahora con el de la espuma.  ¿Puedo masajearte tu pelo? Lo tienes muy suave y ahora mojado es maravilloso el sentirlo entre mis dedos. No te muevas. ¡Qué duras se te están poniendo las tetillas! Me gusta juguetear con ellas, excitarlas y excitarte, arañar tu pecho con mis uñas afiladas, sumergir mis dedos bajo el agua, primero buscando tu ombligo y luego rodeando tu parte más preciada y que tanto me excita. Noto como te sientes cuando mi mano derecha se cierra a su alrededor e inicia un movimiento de vaivén, primero despacio y luego a más velocidad. Con mi oído en tu espalda noto la excitación en los aleteos de tu respiración y el deseo que me contagias y hace que mi humedad se mezcle, confusamente, con el del agua de la bañera.

            Ahora me estaré quieta. Ya que al ser sordomudo tus labios no hablan, dejaré que lo hagan tus dedos. Vale me callaré que soy una cotorra, pero con una condición: ¡hazme tuya! ¡ya!

 

La hora de pensarte

La hora de pensarte

 

          Cada día, en ese momento en que los tonos pasteles del cielo devienen en oscuridad y en la que los últimos trinos se silencian, llega la hora de pensarte. Mis huesos se relajan tras el ajetreo del día y el cansancio acumulado se aposenta sobre la superficie del sillón. Cierro los ojos…y ¡te veo! Me dejo iluminar por el brillo siempre nuevo que me dirige tu mirada. Mis dedos se cargan de vida mientras recorren con curiosidad de ciego los rasgos de tu cara, moldean los ángulos sedosos tu rostro y se dejan cosquillear por tus pestañas, alborotan tus cabellos y dibujan con esmero el perfil jugosamente húmedo de tus labios, estilizan tu cuello y juguetean con tus orejas.

            Tu blusa se desprende como si volara con alas de mariposa y deja al descubierto tus pechos, lindamente aureolados en su centro, sabrosones y que oscilan mecidos por el vuelo de aire. A mis manos que descienden por esas curvas de seducción  les gusta captar esas durezas puntuales dirigidas hacia mis labios, que se cierran, alternativamente sobre ellos, saboreándolos con ese regusto dulzón que siempre tienen. Mientras la lengua salivea, mis manos coronan tu espalda y recrean tus nalgas, solazando tu ombligo con mi dedo meñique. Desciendo buscando el más arrebatador de tus olores hasta saciar la sed con el más exquisito de tus fluidos. Las campanadas del reloj me avisan del final de esa hora.

           Esta noche, no me ha gustado el cambio de hora, porque la espera se me hizo muy larga hasta que llegó la ansiada hora de pensarte.

 

Sueño...

Sueño...

...con respirarte y tenerte tan cerca que se confundan las caricias de nuestros olores.

Cuestión de extremidades

Cuestión de extremidades

 

-Hay que ver cómo eres. Esta noche, cuando acercaba mi pie al tuyo, lo retirabas-le dijo ella al despertar.

-¿Por qué no pruebas, alguna vez, a acercarte con la mano?- respondió él.

          Y sin quebrar el silencio, que inundó la habitación, ella se levantó para comenzar el día.

 

Con-jugando

Con-jugando

       Con gesto decidido se quitó el flequillo de la cara. Afiló el lápiz, se le hacía extraño, después de tanto tiempo, el tacto de su superficie en la yema de los dedos. Apoyó la fina punta sobre el papel en blanco, muy despacio, y, al fin, se decidió a escribir con letra casi caligráfica:

Yo amo

Tú amas

Él ama

Nosotros amamos

Vosotros amáis

Ellos aman

     Se miró al espejo que tenía enfrente y esbozó una sonrisa de satisfacción, al comprobar, que todavía, habiendo llegado a una edad madura, era capaz de conjugar en presente el verbo Amar.

Surcando el mar

Surcando el mar

 

     Aún me pregunto cómo, sin saber nadar, he podido surcar, sin problemas, a través del mar de tus lágrimas hasta arribar a la tierna placidez de tu orilla.

 

Lléname la copa

Lléname la copa

   Ahora que estás a mi lado, lléname esta copa de… 

-el fuego de tu mirada, con el que abrasas mis entrañas

-la dulzura de tu voz, que da melodía a mi jornada

-la miel de tus labios, con la que endulzas mi saliva

-el jugueteo de tus dedos, con el que enloqueces mi melena

-la suavidad de tu piel, que nunca me canso de recorrer

-tus silencios, ricos en ternura

-el sabor de tu sexo que engalana mis deseos

-tus caricias, artesanas de mis placeres

-el sonido de tus pasos, que alerta mi excitación

 

…así cuando estés lejos de mí, la tomaré entre mis manos, la acercaré a mis labios y paladearé su contenido con suma lentitud, hasta conseguir captar en ella el sabor a eternidad de tu cariño.

Escalada

Escalada

       Aún no había alboreado el día, cuando ella inició un nuevo intento de escalada. Llevaba ya varios fallidos pero hoy tenía que ser el definitivo. Examinó su equipo: todo en su sitio y bien colocado. Se acercó al muro y comenzó la subida. El ascenso fue lento y, a ratos, imposible pero logró coronar con éxito la ansiada cima del inatrevesable muro que en el centro de su colchón lo separaba de él. Pero ¡él ya se había levantado de la cama!

      Decepcionada, se dolió de su ingenuidad. Saltó de la cama y mientras sentía bajo la planta de sus pies la frialdad del suelo, se dijo que no tenía más remedio que un día más tras la imposible vida vertical, sobrevivir en la complicada vida horizontal.

Sensibilidad

Sensibilidad

        Le hacía demasiado caso a lo que decían los demás de ella. "Es una mujer enormemente sensible", solían comentar los que la conocían. "Tiene la sensibilidad a flor de piel", añadían otros. Ella aunque lo sabía empezó a creérselo más, pero cuando empezó a preocuparse fue, cuando cada vez que él le daba un beso, se le escocían los labios.

Suelta las manos...

Suelta las manos...

...déjalas libres, que vuelen rasgando el aire hasta llegar a mi cuerpo. Llevo mucho tiempo cerca de ti, pero hasta hoy no me he atrevido a hablarte tan claro. Deja de agarrarte esos dedos, como si su mutua cercanía, les diera seguridad. Abandona esos equivocados prejuicios, que te hacen permanecer estática y muévete con la sinuosidad de una sierpe. Que tus dedos construyan caricias sobre mi piel, que despierten en mi esas sensaciones soñadas y que te has resistido, hasta ahora, a hacerme vivir. ¡Hazlo por mí!

-¡Oiga! Es ya la hora de cerrar el museo.

    Este hombre no debe andar muy bien, lleva días acudiendo a esta sala y colocándose detrás de esa estatua. Y hoy me ha dado la impresión de que estaba hablando solo.

Un viejo amigo

Un viejo amigo

          Estaba tumbada mirando por la ventana con mirada soñadora, cuando una ráfaga de soledad aventó mi cuerpo y los poros de mi piel respondieron abriéndose e intentando captar las dulces y placenteras sensaciones cuya nostalgia me herían.

 

         Fue, entonces, cuando te vi. No estabas lejos de mí, es más, diría que estabas muy cercano, viejo amigo con esa imagen atractiva y estilizada que siempre te ha caracterizado. Nos conocíamos bien, desde hace tiempo y ya habíamos recorrido desde lindes escarpadas hasta autovías de seis carriles. Alargué mi brazo presta a sentirte y el contacto de tu superficie hizo que mis fluidos más internos revolotearan por mi interior.

 

         Cerré los ojos y aquella, ahora, presentida cercanía estilizó al máximo cada vello de mi piel. Ya te tenía a mi lado…insoportablemente próximo, hasta que llegó ese momento deseado en que tu puntita alborotó mi pezón, hinchándomelo y transformando su textura en la dureza del pedernal. Aquel mutuo frotamiento se me hizo irresistible. Algo similar debió ocurrirte a ti, porque empecé a sentir como tu puntita ardía y, finalmente, te derramabas a chorros sobre mi pecho y las sábanas.

 

         El resto de la tarde la pasé frotando…las sábanas para quitarle las manchas de tinta azul. Sólo a mí se me ocurre jugar con un bolígrafo azul estropeado.

Trazando

Trazando

Mi mirada, súbitamente, se sintió atraída por tu cuerpo desnudo y su mera contemplación excitó el fluido de mi interior. Me gustó esa imagen de desnudez total, desprovista de telas, a la vez plácida y con ese punto de salvajismo que le imprime esos pelos entrópicamente revueltos. Sentí deseos de acercarme a esa imagen, todo lo que pudiera para captar lo que de lúcida y sensual tiene y despertar mis instintos para gozar intensamente de ti.

 

Aterricé sobre el papel queriendo homenajearlo con el reflejo de tu piel trazada línea a línea, hasta ir desvelando tu imagen oculta en las entretelas del papel en blanco. Me deslicé con movimientos similares a las caricias, por toda la superficie celulósica, descubriendo y observando esos rincones ocultos que me brindabas con tanta dulzura. ¡Qué de líneas tuve realizar para oscurecer a tu informal cabellera! Mientras la horadaba podía hasta sentir el tacto intenso de tu nuca, más allá de aquella gustosa selva y disfrutar, a la vez, de la agitación al aire de tu melena de olas sin espuma.

 

Torneé los brazos,  con sinuoso cuidado, rayando con levedad esa trasera de los codos e imaginaría la tersura de esa suavidad única con aroma al almizcle que tiene la piel de los antebrazos. Esculpí esos dedos con esas formas caprichosas en que los has colocado para sostener tu cuerpo. Circulé por esa autopista sin obstáculos que es tu espalda que refleja mimosamente la luz y acaba de manera majestuosa en esas nalgas, perfectamente formadas, con sabrosas ondulaciones en las que me detuve saboreando y desarrollándolas con afecto. Me detuve en las plantas desnudas de tus pies lamiendo esos pequeños surcos de arrugas forzadas por la postura. Colocaría, entonces, tu cuerpo con ternura sobre ese envidiado colchón, haciendo que tu peso lo ahonde. Finalmente me alejaría del dibujo y sonreiría al ver el resultado final de tanto trazo, con la secreta esperanza de volver a disfrutar con tu cuerpo y de que ya que lo he dibujado por detrás, algún día pueda dibujarlo, también por delante.

 

(Monólogo de un boli negro. Que si el boli fuera blanco...no se vería nada).

Reflejada en el espejo

      Para quien tenga curiosidad, aquí está mi segunda colaboración de texto y dibujo en la revista digital generacion.net, un post reflexivo sobre la subjetividad y volubilidad de la autoestima.

Dos pies

Dos pies

      (dibujo de Aires)

     Hace ya varios años que llevo escribiendo este blog y no puedo dejar de sorprenderme cuando veo las estadísticas y me doy cuenta que hay un post que destaca en visitas sobre todos los demás. Es uno que escribí sobre los  pies en aquel ya "lejano" enero del 2006. A estas alturas tiene ya casi 4.000 visitas y si mis post son poco comentados, sin embargo éste al día de hoy ya lleva cuarenta y tres comentarios.

      ¿Qué es lo que lleva a ese interés por los pies femeninos? ¿Tendrá algo que ver ese ocultamiento obligado y prensado al que le someten los zapatos habitualmente y tan diferente a las manos que llevamos siempre descubiertas?